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El 24 de mayo del 2018, hace dos años, Colombia recibió la noticia de que había luz verde para su solicitud de ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), conocida como el club de las buenas prácticas de gobierno y a la que pertenecen los países más poderosos del mundo. El pasado martes los directivos de ese organismo comunicaron que nuestro país ya es miembro oficial lo cual debe ser visto como un hecho positivo en medio de las dificultades actuales.
Así, nos convertimos en el tercer país de América Latina, al lado de Chile y México, en estar en ese grupo selecto, de cuyos 37 miembros debemos aprender las mejores prácticas en todos los ámbitos posibles. Se necesitó un proceso de 7 años para que se abriera esta puerta. Debemos aprovechar ahora para reunir nuevas herramientas que nos permitan ser exitosos en las soluciones a los efectos de la pandemia de covid-19 en nuestro país.
Los otros miembros de esta organización son Australia, Austria, Bélgica, Canadá, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Corea, Letonia, Luxemburgo, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, Portugal, República de Eslovaquia, Eslovenia, España, Suecia, Suiza, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos. De todos ellos tenemos mucho por aprender, ya sea porque lo han hecho muy bien o porque se han equivocado de manera seria.
El propósito de llegar a la OCDE, además de poder medirnos bajo los mismos criterios de las grandes potencias, debe traducirse en un acceso más rápido y eficiente a los canales de cooperación en desarrollo económico y social, tan vitales en momentos en los que el mundo tiene que tomar nuevos impulsos, con más innovación, flexibilidad y resiliencia.
Si antes apuntábamos a un camino de modernización y crecimiento en materia de educación, salud, creación de empleo formal, transparencia y lucha contra la corrupción, ahora todo ello es más urgente. Todos los países tendrán que recuperar terreno perdido a causa de la pandemia, y estar en la OCDE nos permitirá remar al lado de los más poderosos, y tal vez alcanzar más fácil las nuevas metas que debe plantearse el mundo.
Si bien varias exigencias para el ingreso, como la regla fiscal, no podrán cumplirse de manera estricta durante esta contingencia, es indudable que como país tenemos fortalezas que nos ayudarán a mantener, o por lo menos no alejarnos demasiado de los estándares de alto nivel en cuanto a leyes, políticas, temas laborales, judiciales, de gobernanza corporativa en lo público y avances ambientales, y así más temprano que tarde estar a la vanguardia de la recuperación.

La lucha por el empleo formal, vencer las desigualdades y alcanzar una mejor calidad de vida es algo que debe tomarse con gran seriedad y compromiso, y que podrá ser en el futuro imán para inversionistas que buscarán los mejores lugares para llevar su dinero, y en eso esta crisis es una gran oportunidad.