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Desde 1977 en Colombia han sido asesinados 158 periodistas por razones de su oficio, de acuerdo con las cifras que tiene la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip). Lo peor de esta situación es que de esos casos solo el 20 por ciento tienen algún grado de justicia. Solo en uno se ha condenado a toda la cadena criminal, en tres se ha llegado hasta los autores intelectuales y en 27 se juzgó solo a los sicarios. En los demás, nada de nada, son criminales que siguen tan campantes parapetados en el goce de la impunidad.
Se cumple hoy el aniversario 80 del asesinato de Eudoro Galarza Ossa, director de La voz de Caldas, quien recibió tres disparos del teniente Cortés, comandante del Batallón Ayacucho, quien decidió resolver con balas un reclamo por una noticia verdadera. Antes de desenfundar su arma reconoció que sí había tirado del primer piso al patio de la guarnición a un soldado en un evidente maltrato, lo que denunció el periódico. Lo triste es que la justicia en 1948, con la defensa del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán como apoderado del asesino, dio la razón al absurdo de la defensa del honor militar, carente de toda consideración lógica o jurídica. Un fallo que desdice de los mínimos de la justicia.
Con Galarza se inauguró esa seguidilla de crímenes contra periodistas en Colombia y la historia de las investigaciones por estos casos: la impunidad. En este sentido, es bueno recordar que estamos asistiendo a las dos décadas de los años más sangrientos del periodismo en nuestro país y por eso vemos cómo también pasan a preclusión decenas de casos sin que la justicia haga un esfuerzo por impedir este triste final.
La muerte hace 80 años de Eudoro Galarza nos muestra también otra cara de los efectos de la violencia contra los periodistas, la de cómo los medios en la mayoría de los casos no sobrevivieron, murieron con sus fundadores, con sus principales figuras, en un país que en información local y regional ya está bastante silenciado.
La semana pasada en Boulder, Colorado (Estados Unidos) la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reconoció que en el proceso que sigue por el asesinato del director de El Espectador Guillermo Cano Isaza se cometieron errores con respecto a los derechos de las víctimas, un avance para poder sacar del estancamiento este proceso, frente al que el Estado colombiano, en esa misma reunión no presentó avance alguno. La instancia internacional es una opción que se tiene hoy ante la impunidad nacional, pero Eudoro Galarza no tuvo esa oportunidad. Eran otros tiempos.

Es necesario recordar este crimen para que autoridades de todo rango se den cuenta que no hay información que justifique desenfundar un arma contra el mensajero. Para eso, vale la pena que recordamos hoy a Eudoro Galarza Ossa, y con él a todos los otros periodistas asesinados por el simple hecho de haber sido incómodos para alguien. Esto no se puede seguir repitiendo. Y la libertad de prensa debe ser protegida en toda su extensión para que la ciudadanía pueda estar bien informada.