¿Han visto la película argentina Relatos salvajes (2014)? Se trata de seis historias independientes, cuyo hilo conductor es la emoción que “es toda agitación, desenfreno en el resentimiento, sed de guerra, de sangre, de suplicios, arrebato de furores sobrehumanos”, como la describió Séneca. 

El relato inicial es la primera variante del “desenfreno en el resentimiento”, la venganza violenta y sangrienta. Un avión va repleto de personas que tiene un denominador común: conocen a un tal Gabriel Pasternak. Estas personas son la novia que lo engañó con su mejor amigo, el crítico musical que lo hundió como evaluador terrible de su tesis en el Conservatorio musical, el antiguo compañerito que lo acosaba en la escuela, el gerente que lo echó del trabajo y todas las personas que se había encontrado en su vida y lo único que habían hecho era dañarlo. Gabriel, quien es el capitán del vuelo, se apresta a estrellar el avión contra la casa de sus padres, “los verdaderos culpables”, según le gritó el psiquiatra que también iba en el avión.

En el segundo relato, un hombre entra a un restaurante y, justamente, quien lo atiende es una joven camarera que lo reconoce. Se trata del culpable, según ella, que la hizo perder su casa, generó que su padre se suicidará y que la persiguió a ella y a su madre. La cocinera, una expresidiaria, le propone ponerle veneno a la carne a caballo y a las papitas que ordenó; la camarera lo duda, pero, la cocinera sí lo hace. 

En ese momento, entra el hijo del arrogante hombre, que nada tiene que ver con las responsabilidades de su padre, y comienza a comerse las papitas. La camarera interviene, se compadece de matar al muchacho y le lanza la comida a la cara del padre; este reacciona violentamente y comienza a ahorcarla. En una “locura breve” que es la ira,  la cocinera apuñala al hombre y le grita con rabia que le sacará “el hígado como a un pollo”.

Dice Séneca que “si quieres considerar ahora sus efectos y estragos”, el de la ira, “verás que ninguna calamidad costó más al género humano. Verás los asesinatos, envenenamientos, las mutuas acusaciones de cómplices, la desolación de ciudades” y hasta de matrimonios, familias, carreras políticas y académicas destruidas.

Otros relatos son similares: una persona cuyo carro fue llevado por la grúa de manera injusta y nadie le ofrece disculpas por la arbitrariedad y decide colocar una bomba en el parqueadero de la oficina donde retienen los carros; dos conductores de carretera se matan por nimiedades, por insultos que llevan a la ira y que se han vuelto normales en las relaciones personales y de trabajo. 

En las redes sociales las campañas de difamación e injuria, impulsadas por la ira, corren como ríos de sangre, claro digital. El relato más salvaje es el de una fiesta matrimonial donde la novia se siente agraviada por la presencia de la exnovia de su futuro esposo entre los invitados y desata uno de los grandes atributos de la ira, como es la destrucción total del otro.

Jóvenes congresistas han iniciado en las sesiones del congreso, donde debe primar la argumentación lúcida y serena, el estilo de aquella caricatura The incredible Hulk, quien seguramente padece de muchos dolores emocionales. A estos increíbles congresistas no se les puede contradecir porque de inmediato, emocionalmente, pareciera que se les creciera los músculos, se les rompiese la ropa porque es tal la ira que se les cambia la voz, muestran su dentadura y comienzan a gritar al otro, a irrespetarlo. Manifestaciones burdas de poder, de dominio y de intolerancia.

Debido al papel que tuvo la emocionalidad, “lo irracional”, en el surgimiento del fascismo alemán, esta fue marginada como explicación histórica. Lo cierto es que el congreso, “el colectivo”, la universidad y la asamblea se han transformado en comunidades emocionales donde impera los histriónicos , el teatro, la ira, los celos rabiosos, los odios y la venganza. En suma, relatos salvajes.