El Niño Dios tuvo niñez, infancia, adolescencia. Poco se sabe de ellas. Y fue el primer yupi. A los 33 años se las sabía todas. Bailaba trompos en la uña. Papá Noel, como don Fulgencio, el de las tiras cómicas, prefirió ahorrarse la infancia. Nació veterano de una vez. Se saltó varias vidas. Allí está la clave de su espléndida generosidad. El Niño Dios y papá Noel no nacieron para pedir, sino para regalar, para darse, un oficio que deberían enseñar desde los bancos de la escuela. Jesús fue hijo único, con las arandelas que ello implica. Papá Noel ha sido único en su especie. Ambos han tenido buena prensa. El Niño Dios tuvo cuatro reporteros (evangelistas) que cubrieron su nacimiento… a posteriori. Sin contar los apócrifos. Papá Noel siempre será noticia de primera página en el corazón de los bípedos que lo admiran.

Los dos tienen once meses para no existir. Como que apagan la luz de sí mismos en diciembre y desaparecen. ¿Para dónde se va la luz cuando se va? ¿Para dónde se van Jesús y papá Noel cuando se les acaba su cuarto de hora decembrino? De Niño, Jesús o Chucho, para entrar en confianza, hacía de todo como cualquier muchacho de su edad. Eso sí, a todo le metía teología, para ir haciendo la tarea que le fue encomendada. Papá Noel, con caminado de agnóstico, nunca se ha complicado la vida. Se dedica a ser papá ficticio. Y adiós.

Para un niño, el Niño Dios es un colega más. Desde su mundo, el menudo asume que el Niño Dios y él son iguales. Papá Noel no se complica con la religión. Se limita a tener en los niños la razón de su sinrazón de existir. Al Niño Dios primero lo anunciaron los profetas. Todo salió como estaba escrito. No faltó ni la estrella que hizo las veces de linterna que alumbró a los tres Reyes Magos.  Los historiadores decembrinos ven en San Nicolás, obispo de Bari o de Myra, ciudad del Asia Menor, el antecedente más antiguo de papá Noel.

Nació el Niño y los tres Reyes Magos le llevaron oro, incienso y mirra. Era lo que Fenalco de la época sugería regalar. Papá Noel ofrece un menú de regalos más variado.

Cuando irrumpió Jesús en medio de “pobres y humildes pajas” ya existía la costumbre romana de regalar. Si lo dice el historiador Suetonio pónganle la firma. Antes de ser Niño, Dios se hacía llamar Jehová, Yavé y similares. Papá Noel no se quedó atrás y desde que irrumpió le dicen Père Noel, en Francia; Father Christmas, en Inglaterra; Santa Claus, en Estados Unidos.

Muchos niños perdimos la inocencia teológica cuando el más listo de la cuadra proclamaba “urbi et orbi” en la mañana del 25 de diciembre: El Niño Dios es papá. En el principio, el sitio obligado para dejar los regalos era debajo de la almohada. Nos dormíamos con un ojo abierto a la espera del amanecer que llegaba con regalo. Hoy la almohada solo se utiliza como siquiatra nocturno. ¡Cómo cambian los tiempos! Feliz Navidad y muchos regalos.