La semana pasada, minutos antes de enviar una columna sobre el costo emocional que tiene el periodismo, me enteré de la muerte de Nicolás Restrepo Escobar, quien hasta hace poco fue el director de este diario y quien apostó por mí de manera incondicional. La noticia de su muerte me conmovió profundamente, por lo que quiero recordarlo en tres actos que pueden resumir su talante como director y su impacto en mi vida:

I. En mayo del 2011 se me abrieron por primera vez las páginas de LA PATRIA para escribir columnas de política internacional. Mi espacio tenía por nombre “Pulso y Latitudes” y se publicaba cada miércoles. A esa edad -tenía 18 años-, pertenecer al periódico de mi ciudad era una proeza. Entonces, con un voto de confianza de Fernando Ramírez, editor de noticias, y el visto bueno de Nicolás, publiqué más de 150 columnas, hasta que entré a trabajar a esta casa editorial, primero como practicante y luego como periodista. Una vez de visita en la redacción, me topé con Nicolás, quien me habló sobre una columna reciente y me animó a seguir escribiendo. Y así lo hice.

II. En abril del 2015 entré a su oficina después de haber iniciado como periodista de planta en la sección Público. Él me dio la bienvenida y fue directo. Nicolás no era una persona de hablar con  rodeos. Me dijo que el periódico estaba pensando en lanzar su emisora de radio y que me quería allí. Con Luis Francisco Arias, lideramos un proyecto que nació desde ceros. Cuando lo inquieté sobre quién sería el máster de edición, me dijo que era algo que caía en mis manos. Me ofreció unas tutorías y me lanzó al ruedo. Me dejó ser independiente en criterios editoriales y de creación, y estuve al frente de la producción de LA PATRIA Radio por seis años y medio. Fui libre. Completamente libre. Nunca se aproximó a criticarme o a censurarme. Era un oyente fiel y me apoyó en las reformas. Cuando la emisora creció para convertirse en un medio con más de 12 horas de contenido en vivo, lo vio como una puesta en reto alcanzable que nos confió esto sin temores. Un par de semanas de lanzada la nueva etapa de la emisora llegó la pandemia y también tiempos muy difíciles para el periódico en términos de financiarse. Todo sucedió en medio de su responsabilidad social por informar la noticia más grande del siglo. No hubo miedo porque Nicolás nunca nos transmitió esa sensación.

III. En medio de la pandemia, en el 2021, Nicolás me llamó a su oficina. Yo, generalmente, no era un visitante asiduo de la Dirección. Al sentarme en frente de su escritorio, me dijo que por “mis habilidades multimedia” y por “mi ejercicio de redacción” -recuerdo bien sus palabras-, quería que me pusiera al frente del libro y proyecto multimedia por los 100 años de vida de LA PATRIA. Tuve sentimientos encontrados en principio, pues me parecía una honra enorme que la publicación por el centenario del periódico cayera en mis hombros. Yo fui auténticamente feliz haciendo radio, pero, también, fui auténticamente feliz aprendiendo de historia regional en el enorme archivo del periódico. Aunque teníamos recursos limitados, sacamos adelante un gran producto del que me siento muy orgulloso. De nuevo, Nicolás nunca se interpuso en ninguna de mis decisiones editoriales y me dio libertad para formar el libro según mi parecer. Cuando gané el Premio de Periodismo Ciudad de Manizales por el especial multimedia del libro, recuerdo que me abrazó y me dijo: “Muy merecido. Este premio y este trabajo es todo suyo”. Aún me mueve recordarlo.

Hubo muchas otras situaciones en las que recibí su voto de confianza. Por ejemplo, en el 2017, creyó en mí para que me convirtiera en el cronista taurino de LA PATRIA cada feria anual de Manizales, una responsabilidad que habían tenido muy pocos en más de 60 años. Era un trabajo intenso y siempre estaba ahí, leyendo. Incluso, me visitaba en la cabina de radio para hablarme de las corridas y preguntarme cosas varias. Recuerdo sus visitas a la emisora. Tenía una capacidad para preguntar directamente. Era enfático y los entrevistados lo miraban a los ojos. Las entrevistas que él generalmente conducía en la oficina de Dirección se mudaron al estudio de radio y eso fue motivo de honra y orgullo para mí. Ahora trabajo en la BBC, en Londres, pero la gran mayoría de las habilidades que me trajeron hasta aquí las aprendí y perfeccioné en LA PATRIA, gracias a sus votos de confianza y por creer en mí, pese a mi inexperiencia, mis miedos o reservas para ir adelante en el proceso creativo del periodismo. Por esto y más, siento enorme pesar por su partida. Pero, de la misma manera, tengo el corazón lleno de gratitud. Buen retorno a la casa del Padre, señor Director.