Hace un par de semanas la noticia ambiental estaba en Nueva York por las apocalípticas imágenes que vimos a raíz del ingreso de humo y polución por la frontera norte de Estados Unidos.
Por desgracia, las noticias se centraron -en su mayor parte- en la polución neoyorquina y el color anaranjado de su ‘skyline’, en lugar de hablar sobre los históricos incendios forestales en Canadá, cuyos efectos se sintieron en la costa este y el centro de EE.UU. por varios días y que pueden protagonizar la peor temporada de incendios de este tipo que se haya registrado en ese país.
Solamente una tormenta eléctrica bastó para que, de 36 focos de incendio, se pasara a más de 100 en cuestión de horas, lo que en términos de terreno se entiende por cuatro millones de hectáreas de bosque quemadas, según detalla BBC News.
El miércoles pasado se dieron noticias sobre el calor infernal y perjudicial en el centro de México. Las temperaturas ascendieron por los 40 °C en zonas centrales, poniendo en riesgo la salud de millones de personas y animales. Sin embargo, habrá algunos que dirán que eso es usual. Pero, lo usual, ahora, será que lo excepcional se vuelva regla, como una nueva normalidad.
No obstante, quizás lo más preocupante, no vino de fotografías que se llevarían las portadas de los periódicos. El dato más preocupante lo reveló el profesor y matemático Eliot Jacobson (@EliotJacobson) a través de Twitter, en el que detalló que el calentamiento del Océano Atlántico Norte está tan acelerado este año que, literalmente, fue necesario agregar más variables dependientes al eje-Y de la gráfica con el fin de poder ser entendida.
La línea que muestra las temperaturas de la superficie del mar en el Atlántico Norte señala un calentamiento sin precedentes: 1.09 °C por encima de la media desde 1982, el año inicial con datos comparables.
La Universidad de Maine, en EE.UU., confirmó estos números con base en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y aseveró que estos comportamientos obedecen a cambios en los vientos, reducción de polvo del Desierto del Sahara y calentamiento global. De nuevo, la temperatura está 1 °C por encima de la media de 1981 al 2011.
1 °C es demasiado y altamente disruptivo.
Es más, el mismo profesor Jacobson dijo que solamente entre el 10 y 11 de junio el incremento de la temperatura del océano en esa zona fue de 0.06 °C. También, otra gráfica revelada la semana pasada mostró que la reducción anómala en la extensión de hielo en la Antártica está llegando a puntos nunca vistos para esta época del año.
A su vez, por ejemplo, el Reino Unido está viviendo un junio muy cálido, con temperaturas que han sobrepasado los 32 °C en algunas zonas. Incluso, se han hecho virales las imágenes de algunos miembros de la Guardia Real caer al suelo mientras ensayan para sus desfiles con motivo del cumpleaños del rey Carlos III. Lastimosamente, nos hemos acostumbrado a ver todas estas noticias como actos aislados e independientes de un gran patrón. Sin embargo, es tiempo de observar y recordar cómo Colombia no es una espectadora simple de lo que sucede en otras latitudes, sino que se reviste a soportar un nuevo Fenómeno de El Niño (ENSO) en desarrollo ahora mismo, después de tres años de La Niña.
Recordemos que el último ENSO tomó por sorpresa al país y fue necesario promover campañas como ‘Apagar paga’ en el 2016, con el fin de reducir el consumo de energía debido a la caída de los niveles de los embalses que surten a las hidroeléctricas. Y, obviamente, está el recuerdo patente y difícil de El Niño de 1991 a 1993 que dejó a Colombia a oscuras y sin energía por largas jornadas, con la productividad a medias y la necesidad de hacer cambios de fondo.
El país no puede mirar con ojos ajenos lo que sucede en el mundo cuando gran parte de su agricultura puede estar amenazada por patrones climáticos más severos. Cultivos de café y aguacate, por citar dos ejemplos, están en peligro si se mantienen las actuales previsiones climáticas globales a mediano y largo plazo, según un estudio publicado por Plos One y referido por el portal especializado Carbon Brief.
Con esto, el ingreso de millones de familias estaría en riesgo, sumado a potenciales escenarios de inseguridad alimentaria si más estructuras agrícolas se ven afectadas por cambios climáticos moderados o severos. No está demás inferir que comportamientos más agresivos en el clima panregional pueden llevar a sequías, pero, también, al desarrollo de fenómenos más notorios como avenidas torrenciales o inundaciones súbitas por cuenta de sistemas convectivos nutridos por patrones de calor inusuales.
Y aunque ese 1.09 °C de aumento en las temperaturas del Atlántico Norte se vea lejos, es una pésima noticia para todo el mundo, sobre todo, para los países en el trópico -como el nuestro- que son los que “pagan el pato” por las constantes emisiones de muchas potencias que se hacen las desentendidas y evaden sus responsabilidades.
Lo peor es que ya no podemos decir que tenemos que actuar antes de que se haga tarde. Ya es tarde y tendremos que vivir con las consecuencias que vengan, gústenos o no, sepamos el porqué o no.