¿Sabía usted que en el año 2014 (hace 10 años) se vendieron en Colombia 329.000 carros nuevos? ¿Y sabía que esa es la cifra récord histórica de ventas de vehículos en nuestro país? ¡Así como lo oye! Pero en contraste con esta cifra, los vehículos nuevos vendidos en Colombia en el año 2023 alcanzaron 186.000 unidades. Y lo lamentable del asunto es que para el 2024, en el mejor de los escenarios, los expertos pronostican ventas de 160.000 unidades, cifra que ni siquiera alcanzaría la del nefasto 2020 de pandemia, año en el que se vendieron 188.000 carros nuevos. ¡Duro panorama!

Es indudable que el comportamiento del sector automotriz es un termómetro (entre muchos otros, por supuesto) para medir el grado de actividad económica del país, la que indiscutiblemente no transita por buen camino, pues en el 2023 creció apenas un 0,6% y en lo corrido del 2024, con corte a marzo, presenta un exiguo crecimiento del 0,7%, que da cuenta del desplome de la industria y el comercio y del enrarecido clima para emprender nuevos negocios. Más aún, los pronósticos de autoridades económicas, como el Banco de la República, apuntan a un 1,4% para todo el 2024.

Y dado que la economía también “se mueve” en carro, conviene entender el delicado estado del sector automotriz colombiano, acentuado con la crisis de la covid-19 que ralentizó la economía e hizo que se disparara la inflación en la mayoría de los países del planeta. Y en Colombia, por supuesto, no fuimos ajenos a dicha situación, por lo que la receta adecuada para este mal no se hizo esperar, pues condujo al Banco de la República a subir la tasa de interés, lo que a su vez encareció el crédito y le puso freno al endeudamiento de empresas, hogares y personas, frenando de paso también los préstamos para vehículos automotores. Y ello explica, en buena parte, el resultado: una drástica reducción de las ventas de vehículos nuevos (de todas las marcas) a tal punto que este 2024 se espere vender la mitad de lo que se vendía hace 10 años. Es evidente que ¡vamos en reversa!

Y para colmo de males, recientemente se anunció el cierre de la fábrica General Motors en Colombia, hecho que es apenas un reflejo de la difícil situación por la que atraviesa el sector automotriz. Le escuché a un vocero del gremio decir que el 35% de las piezas (autopartes) utilizadas para los vehículos ensamblados por General Motors en Colombia, se adquieren directamente a proveedores de nuestro país. Por ello, muchas empresas colombianas productoras de llantas, baterías, tapizados, vidrios, rines, partes eléctricas, plásticos, bujías, resortes, amortiguadores, etc., sufrirán las consecuencias al quedarse sin un comprador directo para sus productos, además de la consabida pérdida de miles de empleos. Y esa es apenas ‘la punta del iceberg’ para un sector como el automotriz que representa el 1,7% de la economía y genera 375.000 empleos entre directos e indirectos.

Por ello el urgente llamado de alerta a las autoridades económicas colombianas, que tanto dicen pensar en la clase trabajadora. Ya lo afirmábamos en una reciente columna: resulta imperativa una política de Estado que ponga en marcha medidas de choque que hagan frente a los signos de estancamiento/recesión de la economía. El propósito es simple: generar empleo y reactivar el aparato productivo. ¿Cómo? Inyectándole recursos a sectores como los de infraestructura, vivienda, minas y petróleo, agricultura, comercio exterior, turismo, industria, entre tantos otros. Ah, y que no se les olvide que la economía también se mueve en carro.