Hay un podcast que me gusta mucho, de nombre Nostracast, y recientemente, mientras escuchaba un episodio del año pasado, protagonizado por Santiago Tobón y Sergio Guzmán, dos expertos en seguridad en Colombia, me encontré inmerso en una discusión fascinante sobre la situación actual de la seguridad en el país. Entre los diversos temas abordados, uno en particular llamó mi atención: la eficacia de las acciones tomadas contra el crimen.
A menudo se señala a la justicia como el eslabón débil en la lucha contra el crimen en ciudades como Bogotá. Se argumenta que incluso si los delincuentes son capturados es poco probable que enfrenten consecuencias significativas por sus acciones. Pero ¿podríamos realmente poner fin al crimen en Colombia, simplemente mejorando la eficiencia del sistema judicial? Mi reflexión tras escuchar el podcast es que no. Las acciones dirigidas contra el crimen resultan ineficaces porque se centran en individuos fácilmente reemplazables, en lugar de abordar la verdadera raíz del problema: las empresas criminales.
Estas empresas delictivas se caracterizan por tener estructuras organizativas definidas, jerarquías claras, modelos de negocio establecidos y lo más grave: vocación de permanencia. No es coincidencia que todos los celulares robados en Bogotá terminen en el mismo lugar de la calle 13. Estas organizaciones incluso tienen procesos operativos que podríamos mapear con diagramas. Por ejemplo, después de robar un celular, este se transporta a un lugar de acopio para su posterior desbloqueo o desmantelamiento.El mercado ilegal funciona de manera similar a cualquier otro mercado legítimo: hay oferta y demanda. Si no hubiera un mercado para los productos robados, los criminales no se arriesgarían a cometer delitos. Es aquí donde entran en juego las empresas criminales, que establecen precios, compran productos robados y los comercializan con eficacia. Además, estas organizaciones también capacitan a futuros delincuentes.
Volviendo a mi conclusión inicial, la mayoría de las acciones contra el crimen en Colombia se dirigen a los delincuentes individuales en las calles, como los carteristas, los “jíbaros” o los transportistas. Sin embargo, incluso si son capturados y procesados, son fácilmente reemplazables. En Bogotá, los ladrones son como contratistas independientes para estas empresas criminales, remunerados por resultados. Si uno falla, otro tomará su lugar, ya que hay docenas, sino cientos, de ellos en las calles. La única manera real de acabar con el crimen es desmantelando estas empresas o evitando que se formen en primer lugar.
Manizales, en comparación con otras ciudades más grandes del país, es considerablemente más segura. Una de mis teorías es que carece de las grandes empresas criminales presentes en otras ciudades. Sin embargo, recientemente, leí en La Patria sobre bandas que extorsionan en la Galería. Para preservar la seguridad en la ciudad, es imperativo evitar que estas bandas se conviertan en empresas. Desmantelarlas lo más pronto posible es crucial para mantener la tranquilidad en nuestras calles.