La rebelión es un acto colectivo o individual, armado o no. Es la expresión de una conducta específica de los seres humanos, llamados rebeldes. Pero los rebelados, apartándose del significado tradicional que indica que es una conducta contra lo que se denomina el establecimiento, son incontables porque muchos en su vida cotidiana se declaran no conformes, rebeldes, con lo que sucede y les atañe. 
El estado de rebelde puede ser expresado públicamente: Permanente, ocasional o cíclico, o también puede estar en la intimidad de la persona, pero su expresión, cuando lo hace, está mediada por acciones indirectas que son la evidencia de su inconformidad.
Hay muchas expresiones para indicar la condición contraria; pero, quizá la más utilizada sea obediente existiendo otras interpretaciones más acordes a los intereses individuales o masivos como son los casos de sumisos, flexibles o respetuosos.
Salvo en los absolutismos establecidos: nacionales, locales o institucionales, el estado de rebelde se ejerce de diferente manera hasta llegar a producir lesiones injustas a otras personas, que no tienen injerencia en el motivo de la rebelión, pero que, en otros contextos pudieran estar prohijando las causas de la rebeldía.
La emancipación es una conducta propia de los seres humanos pensantes. Nunca todo rebelde es delincuente La sumisión a todo y permanente puede llegar a ser conducta impropia.
El investigador peruano Víctor Montori escribió en Norteamérica el libro titulado: La rebelión de los pacientes, publicado en español hace 4 años. El documento hace un recuento de las situaciones a las que se ve sometido un enfermo, y hay que agregar su familia y allegados, en lo que él denomina Medicina Industrializada. Colombia ha sido víctima de esta concepción desde siempre con diferentes visiones.
La industria de la medicina tiene muchos intereses y, por supuesto, importantes interesados en sus rendimientos no siempre censurables. No puede confundirse lo industrial con la empresa de todo el montaje de la medicina en donde: El personal de la salud, médicos, enfermeras y otros; pacientes; farmacias y similares; empresas de diferente connotación, y la lista es muy larga, tienen papeles estelares.
Montori aborda el problema desde distintos ángulos con un centro indispensable y vital que lo constituye el paciente, el objetivo primario de la medicina. Se debe añadir, jamás usuario, porque es muy diferente un enfermo a quien utiliza el agua o la luz.
Los títulos iniciales de las tres partes del texto indican el camino trazado del libro: 1-Crueldad; difuso; codicia e inoportuno o incómodo. 2-Elegancia y solidaridad. 3-Atemporalidad y cuidadoso. Todo lo escrito se hizo para la defensa del paciente. 
En toda la baraúnda del fallido proyecto, inapropiadamente denominado ley de reforma a(de) la salud en Colombia,  hay pocos argumentos sólidos para indicar el beneficio evidente, inminente y cotidiano para los pacientes y sus familias. Entre lo legal, administrativo y financiero, se producen las grandes disquisiciones del tema.  
Hay que recordar las etapas vividas por la medicina, desde el primer acto médico hasta la fecha. Hay conductas muy similares que han permanecido a través de los siglos y otras muy diferentes impuestas por la modernidad y su tecnología. No siempre los tiempos recientes han defendido la calidad del enfermo y sus familias.
Tampoco puede culparse únicamente al médico de los factores que incitan a la rebelión de los que sufren. Pero es indudable que el profesional de la atención en salud ha ido desviándose de las consideraciones humanísticas del ejercicio, ya sea por su culpa o por las normas que le imponen conductas antihumanas.
Para mencionar un ejemplo adaptado: ¿Cuántos minutos en silencio dedica un médico para escuchar con atención a su paciente?
Los  pacientes deben rebelarse ante la mala atención a sus problemas de salud.