La evolución es un proceso identificado a través de los siglos y no se detiene. El final es desconocido porque mientras no haya una destrucción humana masiva,  con o sin eliminación total del planeta, los seres podrán tener cambios diferentes con el transcurrir de milenios. 
Cuando cada persona observa a su familia o a su vecino o quien vive a miles de kilómetros, inclusive en las antípodas, puede identificar a un congénere. Pero también puede visualizar modificaciones físicas que no distorsionan la esencia del ser humano. 
Tal vez, lo más llamativo a simple observación por lo fácil de contrastar es el color de su piel y su tamaño. El semejante tendrá cabeza, tronco y extremidades con todos sus apéndices, salvo traumas o ser resultado de procesos genéticos de diverso orden.
Cuando cada persona, casi todas en el occidente del planeta, ha tenido evidencia desde diferentes fuentes de la forma externa del ser humano ancestral y de su comportamiento, puede identificar o deducir el camino de la evolución hasta llegar al actual Homo sapiens sapiens. 
Lo único que determina la existencia real, esencial, de los seres humanos es su ácido desoxirribonucleico, ADN, y cualquier alteración a esta estructura incide en la descendencia. Este axioma se olvida con facilidad, pero se recuerda reiteradamente en investigaciones y en películas policíacas.
El ser humano observado en la calle es el ejemplo universal de cualquier otra persona: No tiene cuernos, no tiene garras, no tiene escamas, no brama, no repta, aunque pareciera que algunos lo hacen, y así, podrían enunciarse muchos hechos que lo distancian de otro ser, recordando que no hay una igualdad del 100%, salvo los mellizos idénticos. 
La semana anterior apareció en varias publicaciones, científicas y populares, la información sobre el tiempo en el cual los simios, ancestros de los humanos, la especie actual, perdieron la cola. Ninguna persona tiene cola, salvo los dichos modernos sobre las costumbres como el que expresa que NN tiene la cola sucia, y no debe al menos intervenir por los intereses que tiene. Aquí hay que expresar que el conflicto de querencias es cada vez más frecuente e ignorado con alevosía.
La verdadera cola la perdieron los humanos y otros simios hace 25 millones de años (La vida apareció en el planeta hace 3.5 billones de años). Hay en la vida ordinaria muchos eventos en donde las personas adoptan posiciones que no se compadecen con las cualidades que debiera tener. 
El trabajo publicado se demoró 2.5 años entre el envío del material para ser difundido y la aparición oficial para el análisis de otros científicos; un tiempo muy largo debido al complemento investigativo que debieron hacer los autores. La demora es una excepción a lo tradicional.
El vestigio de la cola en los humanos y otros animales como lo simios reside en el cóccix, el famoso huesito. La pérdida de la cola viene de una alteración en el ADN, cuando un gen T, conocido en los humanos como TBXT, sufre mutación.
El experimento que debió ser completado se hizo en ratones para demostrar que la causalidad genética hacía disminuir o desaparecer la cola. Como en muchas investigaciones, al profundizar el estudio encontraron otros genes ligados a la pérdida de la cola.
Hay otros primates sin cola como los macacos y los mandriles. Sin embargo, los autores enuncian que pueden existir otras formas para perder la cola.
Y, hay que agregar que existen infinidad de causas para adquirir cola. Algunos la enseñan orgullosamente y otros la esconden muy bien, pasan inadvertidas y los demás se pueden confundir u otros aspiran vehementemente a tenerla.