En el transcurso de esta semana se está llevando a cabo una de las reuniones periódicas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en Marruecos. Superadas las contingencias derivadas del terremoto que asoló a ese país en días pasados, finalmente la Conferencia se puso en marcha.
Es la tercera de las grandes reuniones de este año en las que se analizan los grandes temas que comprometen la agenda pública global; ya se reunieron el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas en Nueva York y la Cumbre del Grupo de los 20 en Nueva Delhi.
Uno de los temas centrales de estos debates es el estado de avance de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). Los Objetivos Globales como también se conocen, fueron adoptados por las Naciones Unidas en 2015, y son un llamamiento universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para el 2030, todas las personas disfruten de paz y prosperidad.
Los 17 objetivos, definidos y aprobados en septiembre de ese año, entraron en vigor el 1 de enero de 2016 y comprometieron a casi toda la comunidad internacional que los ratificó y puso en vigencia.
Fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, agua limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico, industria e innovación en infraestructura, reducción de desigualdades, ciudades y comunidades sostenibles, producción y consumo responsables, acción por el clima, vida submarina, vida de ecosistemas terrestres, paz, justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr los objetivos, constituyen la agenda más ambiciosa, sensata y civilizada que los dirigentes políticos del mundo hayan construido jamás.
Alcanzar los Objetivos supondría la seria posibilidad de desterrar la guerra como instrumento para superar conflictos, derrotar la enfermedad y la pobreza, y defender la tierra, como casa común de la humanidad.
La pandemia, que azotó sin piedad la sociedad mundial desde comienzos del 2020, y ahora la guerra desatada por la incursión del grupo terrorista palestino Hamás contra el Estado de Israel, están obligando a los líderes del mundo a revisar el cuaderno de notas donde están insertos los grandes propósitos de los Estados de la tierra.
En la pandemia, los países ricos fueron incapaces de atender el clamor de muchas voces que reclamaban que la vacuna contra el covid19 fuera declarada un bien público universal.
En el entretanto los que más sufrieron y murieron fueron los pobres de los países más pobres del mundo. Quienes pensaron que la pandemia iba a hacer florecer en el ser humano una conciencia solidaria y compasiva, claramente se equivocaron.
La comunidad internacional ha fracasado en la construcción de un acuerdo que asegure la coexistencia pacífica entre Palestina e Israel. Factores religiosos, políticos, económicos y culturales han complejizado en extremo la superación de un conflicto que nació al mismo tiempo que las Naciones Unidas le entregaron un territorio en Palestina al pueblo judío para asentarse después del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial. El ataque terrorista de Hamas esta semana ha desatado una confrontación que rebasa todos los límites impuestos por el Derecho Internacional Humanitario; la población civil no ha sido excluida de la confrontación; niños, mujeres y ancianos han sido objeto de las más crueles prácticas de la guerra. Al terrorismo de Hamas ha respondido Israel con terrorismo.
El gobierno de extrema derecha de Netanyahu ha dicho que combatirá a sus enemigos como animales, y ha ordenado la suspensión de los servicios básicos de energía, agua y alimentos a la población de Gaza.
Como es casi natural en toda guerra, esta tiene altas posibilidades de escalarse y convocar, por tanto, a muchos actores de la geopolítica mundial. Prueba de más para reconocer de nuevo que las instituciones globales destinadas a desterrar los conflictos bélicos, han fracasado.
Definitivamente el Foro que reúne esta semana al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional en Marrakech, tendrá que cambiar su orden del día; no podrá dedicarse exclusivamente a medir cómo avanzan los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Las urgencias son otras y las metas pactadas sufrirán nuevos retrasos. Pareciera que los seres humanos no hemos evolucionado mucho en conciencia moral y en ese sentido, seguimos habitando la noche de los tiempos.