Es cierto que la pelota no fue de un pié a otro con claridad. Que la densidad del medio, las marcas y la imprecisión de pase, malograron el juego y el resultado deseado.

Que el Once, a pesar del gol y sus esporádicos ataques, fue inofensivo. Solo un disparo al arco en el partido, lo que conduce a la reflexión: alguna vez contra el Cali llegó 21 veces y no marcó. Esta vez una, y facturó. ¿cuál es el ideal?

El partido tuvo picos emocionales, pero nunca levantó el vuelo. El empate resultó alentador y tiene especial valor por la mejoría de los jugadores, con despliegue físico constante, en un proyecto con ajustes que apenas comienza. Se evoluciona, paso a paso.

No importa si es la peor versión del rival. ¿Cuantos jugadores del Once pueden actuar hoy en Nacional y cuantos del rival lo podrían hacer en el Once?

El Once dividió el balón con intensidad física, ocupando espacios, a pesar de los errores de galería de Quiñones, empeñado en desarrollar su fútbol desbordado, poco colectivo e inefectivo; los fallos de los laterales improvisados quienes abrieron una autopista a los extremos defensivos de Nacional, volcados al ataque y los enredos de Correa, en la conducción.

El músculo, muchas veces, relevó el cerebro. Presión, sin fluidez en la elaboración. Insistencia en el fútbol directo para acortar los caminos.

Las reposiciones de banda se convirtieron en arma Mortal. Tantas veces cerca de la red, por las manos prodigiosas de Luis Pérez, sin respaldo en los reboteros, que no supieron golpear el balón.

Billy Arce, sin convencer plenamente, dejó trazos de su calidad y sensibilidad en el golpeo, especialmente en la pelota quieta y en las conexiones de ataque. Está en adaptación.

Cuando el desahogo por el gol de Dayro, el bateador principal, era fiesta en la tribuna, la réplica de Nacional suspendió la euforia colectiva. Tambaleó el Once con Quiñones y Correa fuera de la jugada, con la inefectiva reacción de Chaux, para el gol del empate.

Recordé el 2008, cuando en la final de la copa Colombia marcó Wilson Mena, para el triunfo temporal. Celebró con desbordes, mientras Equidad esperaba atento el reinicio. En un santiamén, en la jugada siguiente, le dio vuelta al resultado y despojó al Once Caldas del título.

El Once, esta vez, Jugó a no dejar jugar. El partido no fue divertido. Fue emocionante... estrés puro hasta al final, con expectativa nerviosa que se recompensó con la actitud del público, que no rechazó el equipo ni reprobó su actuación. Tantas razones para hacerlo y tantas para soñar.

No olvidemos que las cosas no son como empiezan sino como terminan, que al frente estaba el más campeón que es Nacional y que en el diseño del equipo no tienen cabida las mil soluciones que hay en la mente de los hinchas.