Los sinónimos originales de ‘álgido’ (del latín ‘algidus-a-um’, -‘frío, helado’) son ‘frío, frígido, glacial, algente’*. Digo ‘originales’, porque el uso hizo que la Academia de la Lengua, a la definición original (“muy frío; acompañado de un frío glacial”), y en la vigésima edición de su diccionario (1984), le agregara ésta: “fig. Dícese del momento o período crítico o culminante de algunos procesos orgánicos, físicos, políticos, sociales, etc.”. La explicación de esto la da el diccionario de María Moliner: “Como esto suele ocurrir en el período agudo de una enfermedad, la palabra ha empezado a emplearse en el lenguaje corriente, incluso de los médicos, como equivalente a «culminante» o «máximo», aplicado a cualquier clase de circunstancias, incluso a las que implican excitación o acaloramiento”. Por ejemplo, ‘el momento álgido de la discusión’. Todo esto, para analizar el empleo que el editorialista de LA PATRIA hace de ese adjetivo en esta afirmación: “Con solo cinco días de operación, el nuevo modelo ya genera confusiones álgidas” (5/5/2024). Si se trata de una ‘confusión’ en los términos del cambio del sistema de salud de los educadores, no es apropiado el calificativo. Pero si esa ‘confusión’ se debe a las discusiones o respuestas de los afiliados, que pueden ser acaloradas o bochornosas, entonces, sí, porque el término ‘confusión’ tiene muchos significados, entre ellos, el de ‘pandemonio, gritería’. Todo depende del contexto. *Algente: “de temperatura fría”. 

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De una misiva a la ‘Voz del lector’ de LA PATRIA (Rigoberto Escudero Osorio, 11/5/2024): “En sus Quisquillas del martes 23 de abril, don Efraim (...) escribe el vocablo ‘explícito’ sin tilde”. Tiene toda la razón, y le agradezco la corrección, de la que ya tomé nota. Pero concluye: “Se le debe marcar la tilde, aunque haya esdrújulas que no llevan la tilde”. No, señor, no hay ni una sola palabra esdrújula que no lleve la tilde. No la puede haber, porque sin ella esa palabra se convierte en grave (acento en la penúltima sílaba) y, en muchos casos, pierde su significado*, como le sucedió a la palabra víctima de mi descuido, que de adjetivo calificativo pasó a ser inflexión del verbo ‘explicitar’ (‘yo explicito’). En castellano, las palabras esdrújulas tienen el acento prosódico (golpe de voz) en la antepenúltima sílaba, a cuya vocal se le marca el acento diacrítico (tilde), como ‘último, ánfora, péndulo, pámpano’. *Ejemplos de estas palabras: no es lo mismo ‘ejército’ que ‘ejercito’, ni ‘pacífico’ que ‘pacifico’, ni ‘público’ que ‘publico’... 

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En castellano hay verbos que tienen dos participios pasivos, regular el uno; irregular, el otro, por ejemplo, ‘de abstraer’, ‘abstraído’ y ‘abstracto’. El participio regular sirve, además de adjetivo calificativo, para formar los tiempos compuestos; el irregular, sólo de adjetivo. Como lo he señalado en diversas oportunidades, el verbo ‘elegir’ pertenece a este grupo, pues tiene los participios ‘elegido’ y ‘electo’, irregular este último, muchas veces empleado como parte de los tiempos compuestos de su verbo, por ejemplo, en la siguiente frase del columnista Ricardo Correa: “Petro fue electo cumpliendo con las reglas del juego” (LA PATRIA, 9/5/2024). “Petro fue elegido...”, castizamente, como también es correcto decir ‘el presidente electo pretende cambiar lo que no hay que cambiar’. 

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El ‘miedo al dequeísmo’ hace que muchos escritores eliminen la preposición ‘de’ cuando precede a la conjunción ‘que’ como en las siguientes muestras: “...hasta que empezaron a caer en la cuenta que estaban laborando a bajos costos...” (LA PATRIA, editorial, 10/5/2024) y “Ahora viene la noticia que Galileo Galilei escribió horóscopos”  (Ibídem, Jorge Raad Aljure, 14/5/2024). En ambos casos, la supresión de la preposición ‘de’ convierte la partícula ‘que’ en pronombre relativo, cuyos antecedentes son ‘tema’ y ‘noticia’. Pero esto no es lo que pretendieron expresar sus autores: el primero quiso decir  “caer en la cuenta de que...”, y el segundo, “la noticia de que Galileo...”. En estas construcciones, la locución ‘de que’ es conjuntiva, y no tiene nada que ver con el dequeísmo, que se presenta con los verbos enunciativos, verbigracia, ‘digo de que’, ‘anuncio de que’.