Si está haciendo tanto frío en Manizales? O es el alma mía?
Con mi vida congelada, casi yerta, les puedo asegurar que a mi mami no la mató la muerte, sino tanta, tanta vida! Tanto amor, tanta belleza, tanta entrega, tanta pasión.
No la mató nada, ni siquiera tanto cigarrillo que se fumó, porque entre óleos y trementinas nos dejó todo ese arte que la inmortalizó en nuestras almas. Le dio coloridas pinceladas de risa a nuestros días, trazos de humor, a veces negros, a nuestro corazón, nos pintó de cómplices colores nuestros secretos, de paisajes y cielos nuestra existencia. Nadie, nadie igual a ella. Y hoy, ahora, está pintando desde el cielo su obra maestra al tenernos reunidos alrededor de su recuerdo a todos los que la amamos.
Toda su vida giró en torno a su familia. Mi mami fue una mamá gigante, inmensa, inconmensurable, también abuela, amiga, esposa, hermana, suegra, madre putativa, todo sin tacha, a la enfermera que la cuidó estos últimos días le contó toda su historia y le dijo que ella había hecho de todo en esta vida, y la enfermera le preguntó: qué le faltó por hacer doña Cecilia? Mi mami le contestó muy segura y contundente: ser sinverguenza.
Qué egoísmo el mío, pero alguien me puede decir ¿qué voy a hacer yo sin mi mamá? Ella está bien ahora, se libró de su cuerpo de 89 años,  y de mí, que la hice sufrir tanto. Pero es que ella era mi amiga, mi parcera, esa persona que hizo todo para que yo fuera feliz, y ahora a quién le importa, si es que ya me quedé huérfana, allá está mi papá esperándola desde hace ocho años. Y ni él me conocía así de esa manera, que frente a ella tenía que ocultar mis pensamientos porque ella los oía. Por eso sufrió tanto por mi culpa, porque nunca le pude ocultar nada. Y si me angustio yo con mis locos pensamientos, cómo sería ella!
Hace tres días me quería mostrar su último cuadro, y me dijo: este guárdalo, es el único que pinté Post Mortem. Me lo dijo a mí porque sabía que me iba a carcajear con ella, es que éramos tan parecidas! Pero no todo fue risas, también mucha poesía:  cuando supo que sus nietos venían de otros países a verla, me miró, iluminada, y me dijo: Sufre uno para morirse, pero goza uno viviendo!
Nos dijo tantas cosas hermosas y graciosas en sus últimos días, nos entregó toda su alma en cada suspiro, en cada abrazo, en cada beso, nos enseñó tanta generosidad en la vida que no quiero ahorrarme lágrimas ni me alcanzan las palabras. En Villeta, donde vivo, nos visitó varias veces, y tomábamos traguito y cantábamos Chavela Vargas, filosofábamos horas enteras, pintábamos, comprábamos, cualquier tiempo compartido era poquito para tanta felicidad. Ahora que necesito su abrazo, su cobijo, ahora que no la tengo ni la volveré a tener, siento eso que nos explicó la médica de cuidados paliativos al aterrizarme en esa realidad que yo no quería enfrentar: lo que siente su mamá cada minuto por el Epoc es lo que se siente cuando a uno le meten la cabeza en un balde con agua y no se la dejan sacar para respirar. Por eso, aunque ya puedo decir que ella descansó, espero poder sacar la cabeza de este balde que me ahoga y volver a respirar sin tanto dolor.
Dame tu mano mami, no me la sueltes nunca, tú siempre serás vida!