En los años 70 del siglo pasado hubo una interesante experiencia académica, en la sede Manizales de la Universidad Nacional de Colombia, con centro en el programa de Arquitectura, nombrada “Tropicana” (1975-1978). Proceso novedoso de investigación que congregó profesores y estudiantes con el propósito de desarrollar los semestres académicos de manera integrada, con atención al conocimiento histórico y de actualidad de una población real, Marsella. Experiencia que tuvo el liderazgo de docentes talentosos, en sus primeras armas, como Jorge-Alberto Gutiérrez, Guillermo Navarro, Óscar Robledo. Y entre los estudiantes más destacados estaba Farid Numa-Hernández, al igual que Liliana Correa, María-Cristina Escobar, Adison Palomino, entre otros. Farid, originario de Ocaña (Santander), fue un aplomado dirigente estudiantil, dotado de sindéresis, ajeno a formas de violencia, con apego a la información histórica y a las propuestas que vislumbraran un mejoramiento continuo de las instituciones, en especial de la UN.
Arquitecto con postgrados en Planificación y Desarrollo Regional, Derecho Urbano y Semiótica. Profesor universitario, dirigente gremial y curador urbano. Presidente de los curadores urbanos de Colombia. Escritor e investigador. Miembro destacado de la Fraternidad Universal. Desde los tiempos del Grupo Tropicana, hizo notas sobre las situaciones observadas en el pueblo de estudio, Marsella, que le llevaron a configurar la novela, “Un café al amanecer”, galardonada con el primer premio en concurso de la Universidad Industrial de Santander (Ed. UIS, Bucaramanga 2019). Obra bien escrita, con temática de las violencias padecidas por el dogmatismo partidario y religioso, que ocasionaron centenares de víctimas acusadas de ser liberales, descreídos, ateos.
Marsalia es la población simbólica que el autor asume por conocimiento directo, para examinar de manera novelada los acontecimientos de un período histórico reconocido como “La Violencia”, con antecedentes y consecuentes en el desangre regional y nacional, por motivos hasta el momento sin remedio. En Marsalia se impone la banda de los gallinazos, aliada con el alcalde, el cura, el visitador y los agentes armados del servicio público, con eliminación de todos aquellos considerados, por creencias y ejercicio de vida, enemigos de la patria. En la obra se destacan las mujeres creyentes, pero atormentadas por el dolor imperecedero, debido al asesinato de sus seres cercanos. Masacres se suceden, y hasta el médico del pueblo, apóstol de la salud, es asesinado por hacer evidente la falta de apoyo en los servicios hospitalarios.
El alcalde se precia de dar prioridad al orden público, por encima de la educación y la salud. Estima que no tiene sentido que los niños vayan a la escuela, puesto que deben dedicarse a los trabajos del campo, desconociendo la educación como pilar fundamental en la construcción de una sociedad pacífica, laboriosa, solidaria, respetuosa de las diferencias y comprometida con el bien común.
Los personajes de la novela configuran una trama intrincada en relaciones y motivos. Timoteo Guerra, alcalde atrabiliario, Segundo María Solano, matarife carnicero y su esposa María Polonia Parada, cómplices, y su hijo Secundino, cuya casa era refugio de los gallinazos. El visitador; dos curas, el padre Cándido Sánchez, el párroco Macario Benigno, insensibles a la muerte y el dolor humano; también Antonio Bayona, tipógrafo y sacerdote simulador; dos médicos, Álvaro López y el cirujano Solón Franco Urbina, el mono Angarita y Anisaíl Cárdenas cantineros; el crítico profesor Pedro Abelardo Salazar; Saturnino Flórez el sacristán…. Toda una gama de personajes que delinean la complejidad de una sociedad, urdida por el odio y la venganza. Al final la gente se insurrecciona, en cabeza de las mujeres de vida fácil, de los jóvenes, los labriegos y artesanos; la multitud sale triunfante frente a los opresores. Y las campanas doblaron; los bronces sonaron con languidez, colmando todo el ámbito de la comarca.
La historia tiene como protagonista a Argemiro Aguilar, que desde el Oriente Eterno, inmutable, observa los acontecimientos hasta el final de la historia; carpintero apreciado por el pueblo, novio de Amanda, hija de Segundo María y de María Polonia. Argemiro es perseguido y asesinado por el trío siniestro de los gallinazos: los padres de Amanda y su hermano, quien equívocamente accede a confesarse con el cura simulador, en busca de perdón. Le relata el crimen, con fría planificación: dormir primero a la víctima y luego desangrarla hasta morir; deshaciéndose del cadáver al acurrucarlo en una esquina de la calle real de Marsalia.