Irene Vélez estuvo 11 meses ocupando el cargo de ministra de Minas y Energía. Esta filósofa llegó al puesto sin tener ningún conocimiento sobre las actividades que se desarrollan en esta dependencia y salió de él sin aprender mayor cosa, así su carta de renuncia haya sido de más de cuatro páginas, con 35 puntos, en los que resaltaba toda su gestión de Gobierno. El presidente, a pesar de todo, manifestó públicamente que era una de sus ministras estrella.
Durante su paso por el Ministerio desmanteló la planta técnica, nombrando biólogos, filósofos, psicólogos y otras personas con profesiones similares. Más parecía que estaba en el Ministerio de Cultura. La ministra no renunció por su desconocimiento del sector de energía o por sus declaraciones públicas, que en muchas oportunidades reñían con la verdad. Su salida se dio porque cuando trabajaba en la Universidad del Valle no tuvo ningún inconveniente en gestionar contratos para su esposo con esta entidad, siendo en algunos su supervisora, pero lo más complicado fue, el haber presionado como ministra para que su hijo, menor de edad, pudiera salir del país sin el permiso autenticado por parte de ella, lo que constituye un claro tráfico de influencias.
Sin cumplir un año, este Gobierno ha afrontado como mínimo cuatro escándalos. Además del de Irene, el de Nicolás Petro, hijo del presidente y diputado por el departamento del Atlántico, quien recibió unos recursos importantes que supuestamente deberían haber entrado a la campaña presidencial y que todo apunta a que se los embolsilló.
La tercera complicación se dio con la señora María Isabel Urrutia, figura muy importante en nuestra historia deportiva, quien fue destituida de su cargo como ministra del Deporte, mediante una notificación hecha por el presidente vía Twitter. Mientras se surtía el trámite oficial de su salida del Ministerio, la ministra aprovechó este tiempo para firmar, a última hora, más de 100 contratos.
El cuarto, y por supuesto el más sonado hasta el momento, es el escándalo de Laura Sarabia, su exjefe de gabinete, y de Armando Benedetti, el exembajador en Venezuela, quien siguió ostentado el título de embajador por cerca de dos meses, desde que el ministro de Relaciones Exteriores, su supuesto jefe, manifestó su salida inmediata del cargo, criticando abiertamente su comportamiento como embajador y como persona. Petro ha tenido además durante su mandato dos crisis ministeriales, que han implicado un cambio de más de la mitad del gabinete que empezó con él.
El primer año de mandato mostró a un presidente distante y ajeno, especialmente con su equipo de Gobierno. La percepción es que su comunicación con los ministros es prácticamente nula. Todo su esfuerzo como gobernante ha estado encaminado a sacar adelante sus reformas sociales; en tratar de implementar la paz total que no sólo no ha logrado, sino que por el contrario, el orden público del país cada día se complica más, y en tener presencia a nivel internacional tratando de mostrarse como el gran líder latinoamericano y el salvador ambiental de la humanidad.
Otra faceta que ha mostrado ampliamente Gustavo Petro es la de su gusto por pronunciar discursos eternos, improvisados, enredados y sobre todo beligerantes. Se destaca también por comunicarse a través de Twitter. Normalmente los presidentes se han caracterizado por tener claro cómo está la gestión de su Gobierno, por estar pendientes de los avances de las obras públicas, por tener claras las cifras de los adelantos y progresos de los ministerios. A Petro poco le importan estos datos. Como complemento a lo anteriormente expuesto, ha sido histórico en nuestro país que los procesos y trámites públicos sean lentos y demorados, lamentablemente en este Gobierno se han ralentizado aún más.
RIESGO PAÍS: Los huecos fiscales que tendrá que enfrentar la Nación por las decisiones populistas del Gobierno; por la suspensión del aumento de los peajes a principios del año se estima una deuda con los concesionarios viales a finales del año aproximada al billón de pesos. Por el descuento en el pago del SOAT, que no sirvió para controlar la evasión, se considera que a diciembre la deuda será de $450 mil millones. Otro punto complicado que le espera al país por el fenómeno de El Niño es que hay una alta posibilidad de apagón, producto no solo de las decisiones ambientalistas del Gobierno, sino también de los problemas presentados desde tiempo atrás con Hidroituango.