Como exalumna, madre de una estudiante y miembro del Consejo de Padres del Colegio San Luis Gonzaga, es para mí motivo de alegría y de orgullo participar en la celebración de la fundación del primer y único colegio Jesuita en la zona cafetera, que el 8 de febrero cumplió 70 años. El cariño que suscita el colegio en sus alumnos, egresados y en toda la comunidad que tiene alguna relación con él, es inmenso, es casi como una devoción; hay sentido de pertenencia y alegría por ser parte de la familia Gonzaga. Los que hemos tenido el privilegio de pasar por sus aulas y recibir la educación que orienta la comunidad Jesuita, tenemos una marca en el corazón, un sello que nos identifica, difícil de poner en palabras, pero los que han estado en contacto con egresados ilustres, como el actual arzobispo de Manizales, monseñor José Miguel Gómez Rodríguez; con mi hermano, Roberto Chaves Echeverry, y con muchos otros, quienes se destacan en distintos ámbitos de nuestra sociedad, saben lo que es un caballero Gonzaga.

Afortunadamente, de unas décadas para acá, se admite que ingresen niñas al colegio, ahora son parte de él en igual porcentaje y ellas también reciben esa formación, que les permite ser mujeres de bien. En una charla muy agradable que tuve con el rector, el padre Aurelio Castañeda Verano, S.J. para escribir este artículo, le pregunté cuáles eran los valores que distinguían la educación Jesuita, él me los resumió en una frase del propio creador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola: “Virtud y Letras”, que recoge el principio que se les transmite a los estudiantes durante los ejercicios espirituales, parte fundamental de la formación ignaciana: “En todo amar y servir”. Porque al alumno no sólo lo forman para que sea una persona exitosa en cualquier campo que se lo proponga, también se le enseña que ese trabajo que realiza debe ser en beneficio de la sociedad a la cual pertenece, yo diría que ese es el sello de la educación Jesuita, no forma personas que sólo piensan en sí mismas y en su propio beneficio, sino también en hacerle bien a la comunidad y aportar al mundo que los rodea. En palabras del padre Aurelio “se busca formar a una persona humanamente muy auténtica, inspirada en Jesucristo, pero al mismo tiempo competente; el mundo espiritual y el mundo real confluyen en la frase: Ser más para servir mejor”.

Los padres y madres de familia que llevamos nuestros hijos a que el colegio nos ayude a educarlos, coincidimos en que nuestra prioridad es que ellos sean buenas personas, queremos que se les enseñen valores, algo que pide a gritos esta sociedad, este país y el mundo. Por eso el lema que representa al colegio es “en el San Luis formamos para la vida”, el objetivo de esta educación es formar buenos seres humanos, que se adapten a un mundo cambiante, pero siempre desde unos principios y valores claros y firmes. Parte del carisma Ignaciano es la formación de líderes, personas que sirvan a la comunidad desde diferentes ámbitos, que dejen huella en el mundo, pero desde el servicio y con humildad.

Gracias a la comunidad Jesuita por haber puesto los ojos en nuestra ciudad y haberla escogido como lugar para fundar un colegio que lleva 70 años dejando huella a través de sus egresados. Dios bendiga al colegio San Luis Gonzaga, a los sacerdotes, quienes han sido la base de la educación jesuita, algunos de ellos inolvidables, como el padre Manuel Piñeros, asesor espiritual en la época en la que yo estudié; el padre Marco Fidel Castaño Arbeláez, quien lleva ya 12 años cumpliendo esta misma labor, y a los educadores y demás miembros de la comunidad, quienes han abrazado la enseñanza desde los principios impartidos por San Ignacio de Loyola hace más de 400 años. Feliz cumpleaños amado colegio.