Mi hija acaba de cumplir quince años. Recuerdo cuando recibí la noticia de mi embarazo, salí del laboratorio, en donde recogí el resultado de  la prueba, caminando entre nubes, me sentía muy feliz y sigo feliz de ser mamá, ese día, de camino a mi casa, le compré su primer regalo, pero ella ha sido el verdadero regalo, un ser que ha llenado todos los días de mi vida con su presencia, con su alegría y su compañía. 
Todas las madres hablamos maravillas de nuestros hijos, para nosotras no hay nadie mejor, pero es que Mariana es un ser maravilloso. Es tan inteligente que lleva varios años ganando el reconocimiento al mejor desempeño académico de su grado, pero lo más lindo es ver su generosidad a la hora de compartir sus conocimientos con sus compañeros, le explica al que no entiende  y ayuda al que lo necesita, porque tiene buen corazón. 
En una época en la que las niñas se “alborotan” desde tan temprana edad, ella ha sabido conservar el aplomo y algo de su inocencia de niña, todo bien resguardado en un corazón puro. La adolescencia no ha sido un periodo tan difícil de vivir para las dos, con los altibajos de humor normales, la confrontación, que es parte del proceso natural de crecer y su apertura al mundo, porque como madre es mi obligación entender que mi papel protagónico en su vida cada vez se irá volviendo más secundario, hasta que un día me toque verla partir a quién sabe qué lugar o lugares que le tenga destinada la vida. 
Sé que Mariana es una persona que se está formando para hacerle grandes aportes a la sociedad, su colegio, el San Luis Gonzaga,  forma sus estudiantes para que sean buenos ciudadanos, que desarrollan sus talentos a través del servicio, no sólo pensando en su propio beneficio, sino en la manera en la que pueden ayudar a los demás. Todavía no sé qué va a estudiar, dice que le gusta el Derecho, no me extraña, con esa herencia que trae desde su abuelo, Jaime Chaves Echeverri; varios de sus tíos también son abogados y algunos de sus primos eligieron esta carrera, aunque es buenísima para las matemáticas, así que, básicamente, puede estudiar lo que quiera. Para mí lo importante es que lo que escoja la haga feliz, porque la elección de la  carrera es una de las decisiones más importantes que se toman en la vida.
También espero que algún día encuentre el verdadero amor, un compañero que sea digno de ella y pueda formar un hogar; que disfrute la alegría de ser madre, así como yo lo he podido hacer y me dé la posibilidad de ser abuela, dicen que ese amor se disfruta inmensamente, a mí me gustaría poderlo vivir.
Le doy infinitas gracias a Dios por la hija que tengo, cada día de su vida ha sido  una bendición para mí, un privilegio, le doy gracias a mi esposo, quien desde el cielo nos acompaña, por haberme dejado este regalo tan hermoso, que es nuestra hija y le doy gracias a ella por haberme escogido como su madre en esta tierra. 
Espero estar cumpliendo mi papel de la mejor manera posible, yo creo que sí, pues ya se ven los resultados. Todas las bendiciones del cielo para mi quinceañera.