Gozábamos viendo el majestuoso vuelo de los cóndores. El feliz viajero que nos trajo la noticia al Inderena de la existencia de decenas de cóndores en la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM) aportó las pruebas; unas fotografías en las que claramente se veía que los dichosos cóndores eran gallinazos. Hasta allí llegó la dicha. Llegamos al campamento del bosquecito y preparamos la cena de Navidad. Todos aportamos: hubo una botella de vino, pasteles, carne de pavo, pastas al ajillo, regalos…Y sobre todo mucha alegría y camaradería con nuestros arrieros y cocineros, gente maravillosa. Todos somos hermanos. Vinieron los momentos de silencio mirando cómo el cielo se teñía de rojo y el ambiente de paz. Esas navidades vividas en la paz de las montañas o en la majestad de la selva son inolvidables y no hay palabras que las expresen cabalmente.
Los caminos de regreso siempre se antojan más cortos. Temprano, el 25 de diciembre emprendimos el descenso. La Sierra tiene todos los pisos térmicos: bosque seco en el Tayrona, selva tropical, bosques de niebla o de cordillera, páramos y piso nival. En estos ecosistemas viven 628 especies de aves, 120 de mamíferos y 142 de anfibios y reptiles. Nuestra Sierra es un resumen de la biodiversidad del trópico. Entre las aves sobresalen el cóndor, las águilas de montaña, los carpinteros y los colibríes. Entre los mamíferos el jaguar (o tigre americano), los pumas, las dantas y dos especies de venados. Los campesinos e indígenas cultivan café, cacao, frutales y miel entre otros productos. Muchas fincas producen café orgánico de excelente calidad.
Los paisas decimos que los muertos deshacen los pasos. Creo que cuando ello ocurra “y el día esté lejano”, los campesinos, colonos e indígenas verán pasar mi sombra amiga por estos caminos, deshaciendo mis pasos para entrar a la eternidad. Pasamos al lado de Busigüeca, el poblado kogi, y visitamos a la indígena Eloísa, que seguía tejiendo una mochila a la puerta de su casa. Pasamos otra noche en la Carpintería, la finca de Eliécer y Yeneris. Nos hubiera gustado quedarnos varios días allí. Es un lugar de mucha paz, de cálida amistad con los campesinos en medio de un paisaje de idílica belleza.
En el descenso encontramos la orquídea Cyrtochilum violaceum, muy bella. Luego de varias horas llegamos a San Javier, corregimiento de Ciénaga, ubicado a 1.500 metros. Es un pueblo que, igual que San Pedro de la Sierra, que está al otro lado de una montaña, está construido en un filo. La foto de San Javier tomada desde el aire por un dron es sencillamente espectacular: la calle central y las casas a ambos lados, con una simetría perfecta. Es una foto para ganar cualquier concurso. Entramos al pueblo y nos dirigimos al Arca de Noé, un hostal amable que está en la parte más alta. Allí nos alojaríamos una noche. A un comedero de aves llegaron pájaros rarísimos de varios colores que no conocíamos. Ramiro estaba feliz haciendo fotos.
Por los años 70, huyendo de la violencia, llegaron a San Javier colonos del interior y se entregaron al cultivo del café, que es hoy la fuente de riqueza y de fama del pueblo. Los habitantes de San Javier han hecho del pueblo un territorio del mejor café de la Sierra. Todas las fincas, en general de pequeños caficultores, procesan meticulosamente su café y así comercian cafés orgánicos de calidad. De igual manera se trabaja con las abejas productoras de miel porque saben de la importancia de la polinización en la agricultura. Los habitantes de San Javier forman una comunidad muy unida.