No se puede abandonar Alejandría sin visitar las ruinas grecoromanas que existen en la ciudad, entre ellas el famoso pilar de Pompeyo y el teatro romano; también la fortaleza de Qaibey y una mezquita del siglo XIII. Y por supuesto imposible no visitar la casamuseo de uno de los más grandes poetas griegos de la modernidad, Constantino Kavafis, que nació, murió y está sepultado en Alejandría (1863-1933). Escribió un pequeño poema que es una carta de navegación para las personas que quieren forjar su vida lejos de la mundanidad y de la tiranía de las relaciones sociales. Se titula: “Tanto como puedas”. Creo haberlo copiado ya una vez en una de estas crónicas de viaje. Lo haré de nuevo, siguiendo una de las varias traducciones que se han hecho: “Y si no puedes disponer tu vida como quieres esto procura al menos conseguir en lo posible: no vayas a ensuciarla al frecuente contacto con el mundo con charlas y negocios por doquiera. No vayas a ensuciarla trasladándola rondando sin cesar y exponiéndola a la vulgar locura cotidiana de tanta relación y compañía hasta que se convierta en una extraña intrusa”.
No suelen las agencias de viaje llevar a sus turistas a los lugares donde ocurrieron las grandes batallas entre los dos Zorros del Desierto. Yo, estudioso de las dos Guerras Mundiales, he ido, desde luego. A 160 kilómetros al oeste de Alejandría se encuentra el pueblo de El Alamein. Allí se escenificaron las dos batallas definitivas que cerraron el paso
a los alemanes hacia Egipto. Ya el mariscal Johannes Erwin Eugen Rommel había vencido a los ingleses comandados por el general Claude Auchinleck en Marsa Matruh. Pero, abandonado por Hitler que no le mandó más armas y pertrechos, Rommel fue derrotado en las dos batallas del Alamein por el mariscal Bernard Law Montgomery vizconde de El Alamein y del Agheila. La primera batalla fue entre el 1 y el 27 de julio de 1942 y la definitiva en octubre del mismo año.
En la zona hay tres monumentales cementerios: uno de los alemanes, otro de los italianos y otro de los ingleses y sus aliados. Aunque dicen que el más bello es el de los italianos, a mí me conmueve el de los alemanes: es como una fortaleza octogonal, sobria, simple, solemne. Dentro de ella están las tumbas de 4.313 soldados fallecidos en las
batallas del desierto. El cementerio inglés tiene las tumbas de 7.970 soldados ingleses, indios, australianos y neocelandeses. Tiene el mismo estilo de los cementerios militares norteamericanos: largas hileras de lápidas simétricas y paralelas, simples, con el nombre del soldado y las fechas. El cementerio italiano tiene una columna blanca enorme y 4.631 soldados enterrados, la mitad sin identificar. Alberga una capilla católica y una mezquita.
En el desierto se encuentran todavía restos de las batallas: esqueletos de tanques y de carros de combate y entre las rocas se han hallado cartas que han escrito los soldados, varias de las cuales han podido ser enviadas a sus familiares. Es interesante visitar el Alamein War Museum que contiene al aire libre tanques, ametralladoras, carros de combate, bombas, y muchos artefactos de guerra y en el interior, entre muchas cosas, objetos que pertenecieron al mariscal Rommel.
Recuerdo aquí, a propósito del mariscal Montgomery, una anécdota de su infancia. Al parecer era un niño muy travieso; en una ocasión, su madre dirigiéndose al hijo mayor le dijo: Hijo, vaya a ver qué está haciendo su hermano Monty (así le decían al futuro mariscal) y dígale que no lo haga.