A mí también me encantaría tener mi propio medio de comunicación. Sueño un mecenas que financie la quimera de pagarle honorarios a un equipo de diseñador, ilustrador, fotógrafo, periodistas y columnistas, para publicar historias sobre el amplio mundo de la cultura y el medio ambiente, desde el Eje Cafetero.

El medio que vamos a crear es una forma de botar corriente con los amigos porque no tenemos mecenas ni somos Gustavo Petro Urrego, el presidente que da lecciones de periodismo por Twitter y preside un gobierno fantástico según “Vida”, el nuevo periódico que se imprime con recursos públicos para la vanidad personal del gobernante: 24 páginas dedicadas al antiguo ejercicio de la propaganda política.

Leí la primera edición de “Vida” y me pregunté ¿a quién le habla este medio? tiene muchas cifras, números, infografías y un enfoque cuantitativo en varios textos. Fe ciega en que los dígitos al centavo aportan la credibilidad de la que carece, de entrada, cualquier publirreportaje, aunque a las pocas horas de circulación, La Silla Vacía le encontró varias cifras infladas y mentirosas. En contraste, “Vida” trae pocos artículos de géneros narrativos y la cultura, el deporte y la fotografía van en la trastienda. Es decir: el cambio prometido no tocó la forma de narrar ni el enfoque.

Entre las medidas de austeridad que adoptan todos los gobiernos están las de prohibir la impresión de revistas a color y el uso de papel satinado para sus comunicaciones. Como nada se dice del papel periódico entonces “Vida” no entra en los impresos prohibidos, pero después de leerlo veo que si “Vida” cuesta $653 millones, nos sale costosa esta versión escrita del Petroverso, en donde incluso las voces que podrían ser críticas aparecen hablando como le gusta al Gobierno.

Es raro que en esta era digital nazcan periódicos. Héctor Abad Faciolince contó en El Espectador que está suscrito a tres, aunque diariamente ojea si acaso uno y medio. Cuando regresó de vacaciones encontró un arrume de 60 diarios que se fueron directo a la basura. Lo leí y sentí identificación culposa: pago seis suscripciones, pero solo recibo dos ediciones en papel: la revista El Malpensante, que es mensual, y La Patria, que goza mi papá por el crucigrama, la única parte del periódico en la que el impreso aún le gana a la edición digital.

El periódico en papel tiende a desaparecer por los costos de distribución y eso es una desgracia para quienes valoramos los archivos físicos de prensa como fuente documental valiosa. Además, hay quienes preguntan si se justifica talar árboles para producir el papel de diarios de carácter tan efímero. Soy una lectora que no pudo con los libros en pantallas, pero en cambio disfruto los medios de comunicación en su versión online, con sus posibilidades de multimedia e hipervínculos que enriquecen la experiencia lectora.

¿Es necesario imprimir un periódico para divulgar lo que los ministerios dicen en comunicados, ruedas de prensa y redes sociales? Según los defensores de “Vida”, en un país en el que muchos no tienen agua, luz o gas, el Internet está lejos de ser un servicio público esencial (¿qué será de los $70.000 millones abudineados en el gobierno Duque?) y esa falta de acceso a la web justifica el impreso. Si ese fuera el argumento habría que repensar los textos y el diseño para ese tipo de público.

Más allá de los $653 millones, inferiores a los más de $1.000 millones que ha costado el séquito de Verónica Alcocer en su inexistente cargo de “primera dama”, especulo cómo reaccionaríamos si en desarrollo del “Estado de opinión” que promovía José Obdulio Gaviria el entonces presidente Álvaro Uribe hubiera editado con recursos públicos un “Notiubérrimo” para distribuir en distintos municipios del país.

Me dirán: “Uribe no lo necesitaba porque tenía todos los medios a su favor”. ¡Qué corta es la memoria!: En el gobierno de Uribe hubo chuzadas, persecuciones y perfilamientos contra periodistas porque en ese, como en todos los gobiernos, ha habido reporteros críticos que hacen la tarea de preguntar, contrastar datos y verificar fuentes. Esos periodistas que antes y hoy investigan para diferenciar la información de la propaganda (como la de “Vida”) son los que hay que homenajear este viernes en el Día del Periodista. Gracias, hoy y siempre.