Julián Monguí Olaya*
Seguramente estás enterado que la cantidad de adolescentes consumidores de psicoactivos va en aumento cada día. Lo demuestran los estudios que se hacen al respecto. Pero estas cifras ya poco significan ante el dolor de ver cumplida la peor de las pesadillas de cualquier padre: Darse cuenta que uno de sus hijos consume psicoactivos.
Es cierto que no todos los que inician el consumo terminan volviéndose adictos, pero no creo que estés dispuesto a dejar a la suerte el futuro de tu hijo: A ver si a él le toca el camino sin retorno que traza la adicción, con todo lo que ello implicará para él y la familia.
Pensabas que eso no te podía pasar, que estabas blindado, ya que habías hablado con tus hijos sobre lo malo que eran las drogas y el había prometido no probarlas, pero eso no tiene explicación.
De la reacción inicial de shock, pasaste a un estado de sentirte responsable, donde te cuestionas tu papel como padre y te preguntas si sería que le diste demasiado gusto en cosas materiales, mucha libertad o le dedicaste poco tiempo. Pero ten cuidado, el solo sentimiento de culpa te paraliza. Es ahora donde se necesita toda tu capacidad.
Es de humanos querer encontrar el porqué de las cosas, buscar responsables, pero será necesario ir más allá, dado que lo característico de la adicción, es la multiplicidad de sus causas.
Para el momento en que ya tu hijo consumió, él tendrá su propio significado de lo que representan y te dará argumentos para minimizar el hecho de haber consumido: "¿Acaso no es medicinal?, todo mundo lo hace, es legal en otros países, etc". Deberás tener respuestas claras para no quedarte sin palabras.
En un cerebro en formación como el del adolescente, cualquier consumo de psicoactivos legales como el alcohol y el tabaco o ilegales como la marihuana resultará problemático, ya que aún no tiene suficientes recursos físicos y emocionales para hacer frente a los efectos. Además, el daño a su mente -de persistir el consumo- será irreparable. El problema no son las sensaciones que se despierten en su cerebro por el efecto de las drogas, serán las consecuencias en su vida por la decisión de consumir.
Si tu hijo no ha consumido, nunca va a sobrar la prevención. Si ya lo hizo, quiero darte una voz de esperanza, ya que siempre habrá alternativas. Dale buen ejemplo, escúchalo, dedícale tiempo de calidad, entra en su mundo y busca entenderlo sin juzgarlo. Son acciones concretas para marcar una diferencia. Los límites que le pongas, serán factores de protección.
En algunos casos será necesario hospitalizar a tu hijo para desintoxicarlo; mientras esté expuesto al ambiente de riesgo y a las personas que le suministraron los psicoactivos y con quienes consume, le será muy difícil parar.
No esperes que él reconozca fácilmente que tiene un problema y decida recibir la ayuda. Aceptar voluntariamente sería ideal, pero -de no darse de esa forma-, como padre deberás decidir por él, ya que su capacidad de decisión esta nublada por la peor enemiga del tratamiento: la negación.
La hospitalización será para él un tiempo de recuperación física, de reflexión, de valorar lo que tiene en la vida y de adquirir herramientas para manejar sus emociones y no recaer en el consumo. En casa tú harás tu propio proceso, preparándote para recibirlo de nuevo. No solo es él quien debe cambiar, tú tendrás con humildad que reconocer que del consumo de drogas se sale en familia. Las prevenciones y prejuicios sobre hospitalizar son entendibles y casi siempre infundadas, pero con adecuada información tendrás criterio de decisión. La otra opción es dejar las cosas seguir su curso, quizás hacia el abismo.
Recuerda que los profesionales de la salud mental estamos listos para ayudar, si se requiere orientación y, en otros casos, intervención. Consultar no implica una debilidad, sino más bien encontrar apoyo en un momento de crisis.
* Psiquiatra
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