Pbro. Rubén Darío García Ramírez
El papa Pablo VI será canonizado el 14 de octubre de este año. Él afirmó sabiamente que “el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos” (Evangelii Nuntiandi 41). Las palabras pueden resultar ineficaces si falta el testimonio. Necesitamos profetas, hombres y mujeres, que puedan experimentar la fuerza del Espíritu y anunciar sin temor la verdad de Dios en sus vidas. El testigo ha vivido en primera persona la verdad, ha sufrido por la verdad (los mártires) y su palabra se hace por eso creíble y confiable, profética, porque anuncia y da testimonio de esa Verdad.
A veces nos da miedo ser profetas porque estamos acostumbrados a vivir en la apariencia engañosa. Nos preocupa muchísimo la imagen, el qué dirán; nos atemoriza ser auténticos y perder con ello prestigio o reconocimiento ante los demás. Preferimos “callar”, incluso mentir, para evitarnos problemas. Y Dios nos anuncia la misión de ser profetas y nos llama a ser testigos.
La misión nos impone: 1) llevar una vida sacramental; 2) conocer, estudiar y practicar día a día nuestra Fe; 3) conocer el significado de ser católico, y anunciar con precisión las características y la proyección del comportamiento cristiano; 4) estar dispuestos a dar la vida por la Verdad (baste recordar casos actuales como Asia Bibi acusada injustamente de blasfemia contra el Islam, presa en Pakistán y condenada a muerte; los sacerdotes asesinados en los últimos años mientras celebraban la Santa Misa en diferentes partes del mundo; los miles de refugiados en Oriente Medio, perseguidos y desplazados por creer en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Hoy, la Palabra de Dios nos muestra cómo el profeta es enviado a un pueblo que es testarudo, duro de cerviz, no quiere escuchar ni creer y mucho menos obedecer. Jesús, en medio de aquellos que le vieron crecer, no pudo hacer muchos milagros: “por su falta de fe”. El mundo es pasajero y cortoplacista y mira con suspicacia a sus más cercanos y conocidos. Y Jesús tuvo que alejarse de su tierra para lograr hacerse escuchar. La lección es que se nos llama a ser profetas en el mundo actual.
¡Claro que vendrán persecuciones, señalamientos, juicios por anunciar la primordialidad de la vida y denunciar los engaños de las ideologías postmodernas con las que se pretende imponer una cultura de muerte y destrucción de la familia y la sociedad humana! …Hay noticias de países en donde se derriban los crucifijos emblemáticos de algunas localidades por orden gubernamental; hay denuncias cursadas por burla y profanación de lugares y creencias religiosas acogiéndose al rótulo de “expresión artística o creativa”; en Corea del Norte rige la estricta prohibición de tener una Biblia; en fin...
Necesitamos testigos valientes de nuestra Iglesia Católica, profetas creyentes coherentes, valerosos, seres humanos capaces de amar hasta la muerte, Como dice la carta a Diogneto: “Los cristianos en el mundo, somos como el alma en el cuerpo”, la semilla de eternidad.
Director del Departamento de estado laical de la Conferencia Episcopal de Colombia
Ezequiel 2,2-5; Salmo 122; 2 Corintios 12,7b-10; Marcos 6,1-6
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