Pbro. Rubén Darío García Ramírez
La Palabra nos confronta con la verdad del corazón para dar claridad cristiana a nuestras acciones. En la primera lectura Moisés corrige a Josué, hijo de Nun, quien tuvo celos porque el espíritu de Moisés también había pasado a Eldad y Medad aunque ellos no habían estado en la tienda. Y, en el Evangelio, Juan le cuenta a Jesús que trataron de impedir que uno, que estaba echando demonios en su nombre, lo hiciera. La reacción de Moisés y la de Jesús son muy similares, el primero le dice a Josué: “¿..estás celoso..?¡Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el espíritu del Señor y profetizara!”; y Jesús dice a Juan: “No se lo impidáis porque… el que no está contra nosotros está a favor nuestro”.
Jesús nos enseña que la destrucción del hombre surge de su propio corazón. Ojo con el orgullo (o soberbia), padre de todos los pecados, porque emerge hasta en la persona que se “cree buena”. El profeta predica con el ejemplo de su propia vida: que nuestras palabras sean breves y sencillas y nuestros actos limpios y honestos.
Santiago Apóstol alerta a los ricos: la tentación de poder y riquezas corroe el corazón humano. El “rico” en la Sagrada Escritura, es quien coloca su seguridad en sus bienes mundanos y el “pobre” es aquel que pone su plena confianza en el Señor. Es el abandono en el Señor el que da sentido a los bienes poniéndolos al servicio de Él y no por encima de Él. Por eso, lo que el apóstol denuncia del “rico” es su idolatría: “Su riqueza está podrida y sus trajes se han apolillado. Su oro y su plata están oxidados y su herrumbre se convertirá en testimonio contra ustedes y devorará sus carnes como fuego…”.
La Palabra denuncia además al “creyente” que acumula riquezas pagando tarde o mal a sus empleados; al que sale de misa a banquetear con el usufructo que le deja el préstamo “gota a gota”; al que se da la “gran vida” con el fruto económico de sus actos corruptos; a quien hace laborar a sus empleados los domingos, saboteándoles el descanso, el encuentro familiar y la oración litúrgica..: “Han cebado sus corazones para el día de la matanza. Han condenado, han asesinado al inocente, el cual no les ofrece resistencia” por temor a perder su trabajo o porque viven amenazados con la insultante afirmación de que hay muchos haciendo fila necesitados del trabajo.
Y delata a quienes recibiendo una justa paga por su trabajo, traicionan robando tiempo de su servicio (llegan tarde, se van antes de la hora acordada…); a los servidores en casas de familia que empacan mercado en sus bolsos abusando de la confianza de sus empleadores; a quienes mienten inventando excusas o presentando incapacidades falsas para “ganarse” un día de trabajo “pago” sin laborar; a quienes rompen su hogar por aventuras que enriquecen su aparente poder de seducción…
Cuántas veces afirmamos que creemos y que el Señor es nuestro único Señor, pero escandalizamos a los demás con nuestros actos de idolatría que demuestran la división que existe en nuestro corazón entre la fe y nuestra vida. Aquí la Palabra de Jesús toca nuestra puerta: “Si tu mano, si tu pie, si tu ojo, te inducen a pecar, córtatela, córtatelo o sácatelo, más te vale entrar manco, cojo o tuerto en la vida, que ir con las dos manos, con los dos pies o con los dos ojos a la ‘gehena’, al fuego que no se apaga”.
Este es el llamado: ¡Conviértete! ¡Déjate abrir los ojos! ¡Déjate sanar! Para que tengas la vida en abundancia, para que puedas ser feliz: ¡Déjate destruir tu orgullo, mirando a quien ha sido clavado por ti en una Cruz! ¡Mira qué amor ha tenido contigo Dios Padre, no pierdas la salvación!
Director del Departamento de estado laical de la Conferencia Episcopal de Colombia
Números 11,25-29; Salmo 18; Santiago 5,1-6; Marcos 9,38-43.45.47-48
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