Pbro. Rubén Darío García Ramírez

Hoy la Palabra de Dios hace cuestionar a quien tenga la responsabilidad de enseñar. Sacerdotes y obispos, docentes y padres de familia, reyes, presidentes, magistrados, es decir, a quienes se nos confían de alguna manera personas para guiar y conducir hacia la luz y la verdad.

Es necesario escuchar y conocer. Si los responsables de guiar se extravían, apartándose del camino recto y así lo enseñan a los discípulos, cometen una acción injusta y deplorable. Si yo como sacerdote, oculto la verdad a los fieles y no enseño lo que la Palabra de Dios pide sino que contemporizo el mensaje y lo adapto a mis conveniencias, estoy conduciendo a la oscuridad a mis ovejas y las lanzo al abismo. El lobo viene a destruirlas y yo no las defiendo, al contrario, las dejo perder y las entrego a la muerte. Yo, debo responder ante el Señor por la sangre de las ovejas.

De la misma manera, los docentes, que enseñan a sus alumnos, no la verdad, sino lo que cada uno subjetivamente piensa, a lo mejor, imbuidos o influenciados por doctrinas llamativas y extrañas.

La misma reflexión la podemos hacer con quienes hacen las leyes, cuando éstas atentan contra la vida, contra el bien común, contra el sentido de la existencia; profesionales que usan sus conocimientos para obtener dinero y caen en la mentira y en el engaño en contra de la verdad de los hechos; quienes en su labor de corregir y ordenar, humana y espiritualmente la vida de los ciudadanos, desvían a sus súbditos hacia el abismo de la mediocridad y la corrupción, están destruyendo la existencia de niños, jóvenes y padres de familia: ¡son causantes de su muerte!

Hoy sentimos que los principios fundamentales de la familia, de la convivencia ciudadana, de las relaciones humanas y sociales, vienen amañadas y juzgadas por el sentir de la mayoría y no por la adecuación del intelecto a la verdad del objeto y a la recta razón. Se va imponiendo la ley del más fuerte y no la fuerza de la ley; se enseña que “el vivo vive del bobo”; que el astuto es el que gana y que hacer un negocio sucio es lo correcto si se quiere obtener riquezas; que es válido hacer “trampa” en un examen con tal de superar la nota; que una acción es mala sólo si me “pillan”, entonces la conciencia de los niños se ve amenazada y se corrompe. Esto supone ya una vida futura infeliz y arruinada. Es totalmente injusto con la persona.

El Señor Jesús en el Evangelio dice: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que ellos os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen”. Sucede lo mismo con nosotros. Cuántas veces nosotros sacerdotes decimos, predicamos y no hacemos, no cumplimos lo que enseñamos; también nuestros padres de familia, en cuantas circunstancias enseñan a sus hijos lo que deben hacer pero su ejemplo es totalmente contrario; nuestros dirigentes, cuántas veces al gobernarnos buscan obtener sólo para sí sus privilegios y se enriquecen ilícitamente.

Dice Jesús: “ustedes en cambio sean los últimos para que lleguen a ser los primeros; humíllense, para que sean enaltecidos”. Cuando digan sí que sea sí y cuando digan no que sea no; lo demás viene del maligno. Seamos veraces y transparentes, nada de doble moral y acciones ocultas que destruyen la vida de quienes están a nuestro lado. O fríos o calientes, nada de tibios, porque al tibio lo vomita el Señor. Es una llamada a vivir, a la honestidad, a la verdad. ¡Cuánto necesitamos hoy esta Palabra! ¿Cómo te sientes al respecto? ¿A qué te mueve esta enseñanza de Jesús?

Director del Departamento de estado laical de la Conferencia Episcopal de Colombia

Malaquías 1,14b-2,2b.8-10; Salmo 130; 1 Tesalonicenses 2,7b-9.13; Mateo 23,1-12

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Cuántas veces nosotros sacerdotes decimos, predicamos y no hacemos