¿Cómo entendemos la muerte? Normalmente nos enfrentamos con la situación límite de la muerte física, la que nos suscita muchas preguntas: ¿por qué? ¿Si hemos de morir, qué sentido tiene vivir? ¿Si la vida es como un soplo, para qué luchar diariamente?
La Palabra de Dios nos plantea la realidad profunda de la muerte, de nuevo, ¡cuánto sentido tiene la vida!. El libro de la Sabiduría nos revela que “Dios no hizo la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos; Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a su imagen y semejanza”. Estas palabras enfatizan la buena noticia: “Fuimos creados para no morir”.
Podríamos preguntarnos entonces: de ser así ¿por qué experimentamos la muerte física? Leamos y no olvidemos lo que dice la Palabra: “Pero, por envidia del diablo, entró la muerte en el mundo y la experimentan, los de su bando”. ¿Estamos hablando pues de la muerte física o hay algo más? El texto nos llama a reflexión sobre la muerte verdadera de la cual no somos muy conscientes. Morir, es experimentar el engaño de la serpiente (Cfr. Gen 3) y caer en el desprecio de Dios; es darle la espalda a Dios y decirle NO a su propuesta de Amor. Esto es el pecado y el salario del pecado es la muerte.
La pérdida del sentido de la vida, es muerte. En el Evangelio aparece una mujer con flujos de sangre, no puede tener hijos. El hecho de no poder tener hijos se asumía, en el Antiguo Testamento, como la falta de la bendición de Dios: “Dame hijos, si no muero” (Gen 30,1), decía Raquel. En nuestro mundo actual se muere a diario con muertes como quedarse sin trabajo, “ser de malas en el amor”, envidiar, no tener dinero, estar muy gordos o muy flacos y viejos… muertes que emocionalmente predisponen a la muerte física y también del alma con esas decisiones desesperadas y no santas como inclinarse por el dinero mal habido, someterse a cirugías para sumar o quitar volúmenes, mentir y simular ser lo que no somos… e incluso optar por el suicidio.
Jesús es el único que puede dar la Vida: “Contigo hablo, levántate”. La mujer tocó el manto de Jesús y quedó curada. La Palabra del Señor cura, sana, libera. Es por esto por lo que escuchar la Palabra de Dios y seguirla, hace que todas nuestras circunstancias de “muerte” sean liberadas y que, no sólo tengamos vida, sino vida en abundancia.
Recapitulemos: la muerte física es natural y en la naturaleza suele darse como un recomenzar; la muerte verdadera sucede de acuerdo a nuestras decisiones y acciones con consecuencias físicas, emocionales y espirituales. Así, vivimos en un mundo inundado de muerte en términos de ideología de género, el libertinaje, aborto y eutanasia, corrupción, mentira, guerra, violencia social e intrafamiliar, venganza, resentimientos, adicciones… Estamos urgidos de resurrección, que merezcamos que Jesús nos diga: “Contigo hablo, levántate” “No está muerta, está dormida”. Jesús es la resurrección y la vida. Acatemos, obedezcamos, volvamos a Él y recuperemos la vida, superemos este anhelo cortoplacista de apariencias, del mundo pasajero y hagamos consciencia: nuestra patria es el cielo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015