Frecuentemente en mi consultorio, en corrillos, en la calle o en escenarios académicos, tengo el honor que colegas cafeteros me pregunten con curiosidad cómo vamos con el café especial. Que si vale la pena, que qué deben hacer, que si es muy costoso, que si producen buen café a quién se lo venden y muchas cosas que normalmente no atino a responder adecuadamente. Obviamente no tengo respuesta a todas esas inquietudes, pero trato de compartir nuestras vivencias en la corta experiencia que tenemos y que, como les digo siempre, creo que es la única salida a la permanente crisis del sector, especialmente (a diferencia de lo que pensaba hace unos años), para productores empresariales.
He sido crítico de nuestro modelo productivo por enfocar nuestros recursos en producir volumen para la base de la pirámide de calidad donde menos vale, pero que replica más veces los 6 centavos por libra de contribución (por eso la apertura a exportar pasillas y ahora producir robustas, que, ¿a quién beneficia?). Entiendo que en época de crisis, hacer inversiones para mejorar la calidad no es fácil, pero tenemos cientos o miles de millones invertidos en tierras e infraestructura y nos asustamos porque un técnico en cafés especiales cobra trescientos mil pesos por una visita, o porque hay que invertir 50 o 100 millones en adecuar una planta de procesamiento para café especial. Sembrar una hectárea vale 20 millones de pesos y preferimos gastar en eso que no devuelve la inversión, que en conocimiento, equipos y tecnología para separar café por calidades y mejorar las posibilidades comerciales para nuestro producto.
Cuando empezamos con especiales en Caldas, con una filosofía incluyente de puertas abiertas para productores, pensé que llovería la gente para un proyecto necesario y lleno de legitimidad. Sorpresivamente, con pocas excepciones, veo mucho escepticismo, falta de interés, y pasividad que contrasta con lo proactivos que somos en la crítica permanente a multinacionales, al gobierno y la institución en una actitud de que todo nos lo deben hacer y resolver. Convenzámonos señores que en este capitalismo salvaje del siglo 21, los compradores salvadores, no existen; nadie va a venir a hacernos el favor desinteresadamente, menos en café que mueve miles de millones de dólares y donde el productor es el eslabón más débil y el que menos sabe del tema; hay que asociarse, salir a buscar negocios replanteando la distribución en la cadena de valor. Por eso mi insistencia: sí no nos empoderamos de nuestra realidad y no hacemos y pensamos diferente a lo que hemos hecho por 100 años, cada vez estaremos peor, como de hecho lo estamos viendo en la actualidad. Fórmula mágica estimados colegas cafeteros, no existe. No es fácil, no es rápido y no es barato; cada uno tiene que capacitarse, implementar sus estrategias con asesores idóneos y buscar su propia identidad y diferenciación. Tenemos un potencial inexplorado e inexplotado, hemos visto vender cafés de Caldas a precios muy altos diciendo que son del Huila o del Cauca. El año pasado tres cafés del departamento estuvieron en el top 15 de la subasta Banexpo del Huila. El trabajo de posicionarnos lo tenemos que hacer nosotros, la institución tiene el mandato de ayudarnos y apoyarnos pero no nos puede inyectar entusiasmo y convicción. Cada uno verá qué quiere hacer y hasta dónde puede, pero les aseguro que tenemos con qué estar en el mapa de los especiales y no estamos aprovechando la oportunidad. Nuevas agremiaciones, calladamente, están haciendo el trabajo, que no nos pase, que cuando nos demos cuenta el tren ya arrancó. Señores: en estas tierras no hay alternativa diferente al café.
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