En diciembre pasado se realizó el Congreso Cafetero, bajo el lema: rentabilidad, legitimidad y resiliencia, allí se discutió y se planeó el rumbo de la actividad para los siguientes años en Colombia. En el informe escrito y videos, ya que poca difusión le dio la prensa nacional, pudimos ver las presentaciones del gerente analizando los factores que afectan la actividad y como la FNC ha diseñado un mapa estratégico bajo el cual estarán supeditadas las acciones a emprender en los próximos años. Como ha sido constante en los últimos congresos el tema de la rentabilidad y sostenibilidad fue el principal.
Para los cafeteros, ser rentables, se ha convertido en un reto cada vez mas difícil de alcanzar, dadas las diversas condiciones adversas que asedian el sector. La sobreproducción (con excedentes de 10-12 millones de sacos para el periodo 2018-2019 más 4 millones de excedentes de este periodo que acaba de terminar), la devaluación del Real Brasilero, la indolencia de la industria y los especuladores, más la falta de información exacta de las producciones de Vietnam y Brasil, generan unas condiciones de fundamentales y especulativas que tienen de nuevo el café en precios de un dólar que hace inviable la actividad.
Analizar y reflexionar sobre cada una de las conclusiones del congreso en una columna no es posible, pero sí quiero hacer énfasis en tres planteamientos expuestos allí: consumo interno, disminución de costos de recolección y cafés certificados.
Habla el Dr Vélez que permanentemente los productores le muestran sus iniciativas de tostar y empacar su café, y que es importante fomentar el consumo interno para lo cual han invertido 2.400 millones de pesos en publicidad. Ese gasto institucional, hecho con fondos de los cafeteros, podrá aumentar el consumo probablemente, pero los productores no tienen posibilidad de beneficiarse pues compiten con marcas comerciales que procesan pasillas, subproductos, ripios y robustas importadas de mala calidad, a las cuales les abrimos las fronteras con el pretexto que son para liofilizar. Los precios de estas calidades en las estanterías de los supermercados son iguales a lo que vale el café pergamino en una cooperativa, lo que saca del negocio cualquier emprendimiento. Aquí nos acostumbraron a tomar porquerías baratas y la gente no tiene cultura de calidad ni capacidad de pagarla. Un recurso más de los cafeteros que se pierde.
Las derribadoras de café, que no son un invento nuevo (vienen de los cultivos de olivos y Cenicafé las había presentado hace más de 15 años), con las cuales se pretende mejorar el rendimiento en recolección son otro golpe a la calidad. La máquina no es selectiva, derriba café verde y pintón, el grano cae en mallas embarradas porque la cosecha es en invierno, lo que afectará la calidad de la bebida. Cuando los compradores internacionales vean que la recolección manual, que nos ha dado reconocimiento y sobreprecios, ya no va más, el precio del café colombiano se igualará al de arábicas de Brasil o Centroamérica sin primas. Seguimos persistiendo en commodities, eso sí en volumen, para que haya más veces los 6 centavos por libra que necesita la institución.
Habla el Dr Vélez de 12 millones de dólares que dejaron en sobreprecio los cafés con sellos de sostenibilidad a las 237.000 fincas certificadas. Multiplicando y dividiendo, nos da, que cada finca en promedio recibió 164.000 pesos año y que no entiende porqué hay un movimiento masivo en los chats promoviendo la descertificación. ¿Usted cree Dr Vélez que hay alguna finca en Colombia que sea capaz de solventar los costos de las certificaciones con esas primas? Sería bueno saber cuánto destina Federación para atender las certificaciones en servicio de extensión y logística.
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