Si gana Duque, y lo hará, diez millones de ciudadanos que en primera vuelta votaron por Fajardo, De la Calle y Petro sentirán el desamparo que los desvalidos personajes del Chapulín Colorado expresaban ante la presencia de una situación peligrosa y temida. Si gana Petro, que no lo hará, los nueve millones de votantes por Duque y Vargas Lleras en primera sentirán pánico y perderán el sueño. Todos temen los peores escenarios. ¿Acertarán unos u otros en sus pesadillas?
En el caso de Duque presidente, existe la gran posibilidad de que su jefe Uribe, o patrón, quiera reeditar lo que fue su gobierno, adicionando toda la bronca que ha ido cargando en estos últimos ocho años. Con él llegaría una bancada de derecha radical al Congreso, la cual haría mayoría fácilmente con los filibusteros, corsarios y piratas que navegan a sus anchas en nuestra política desde hace ya muchas décadas. Sin duda, Duque tiene un talante conservador y por eso mismo hace parte del Centro Democrático, no ha sido propiamente un espía en este partido, el más radical de la derecha que hemos conocido en las últimas seis décadas, parecido a ese oscuro sector del Partido Conservador que promovió la Violencia y que tuvo simpatías con el fascismo. En este escenario veríamos en papeles principales al siniestro Ordóñez, al cínico José Obdulio y al temerario sofista Londoño Hoyos. Si el camino es este podemos esperar cuatro años muy amargos, por lo menos.
Un escenario distinto, más benigno, implicaría que Duque se emancipara de Uribe, que tomara control del Congreso, se echara al bolsillo a los políticos vendidos de siempre y se acercara al centro. Sería repetir el camino de Santos, y esto es muy poco probable.
Por el lado de Petro, quienes más lo temen, pronostican el desastre venezolano si llega a la Presidencia. No sería de extrañar que en el paroxismo del odio y la alucinación, dijeran que su intención final es convertir a Colombia en un país comunista. Todo esto es mentira febril. El peor escenario sería una muy mala gestión económica, un gran deterioro de la administración pública, un voluntarismo de muy pobre eficacia y una manera pugnaz y virulenta de impulsar su agenda. Y esto de por sí es muy malo. Otra posibilidad es que de verdad modere y module su gobierno y acepte todos los contrapesos y balances institucionales y democráticos. De todos modos, la incertidumbre sería muy grande y sin duda la liebre saltaría en cualquier momento. El resultado final tendría saldo negativo.
He leído y seguido con mucha atención a las figuras públicas que le han manifestado su apoyo tardío, como el mal menor. Sus argumentos son muy coherentes y lógicos. Así y todo, no soy capaz de votar por Petro. En este sentido me da cierta tranquilidad que alguien como Carlos Vicente de Roux, uno de los pocos políticos decentes que conozco y que acompañó como concejal a Petro en su alcaldía en Bogotá, que bien conoce su obra de gobierno, no esté con él en esta campaña presidencial y prefiera votar en blanco. Los argumentos de De Roux son contundentes.
A propósito de los respaldos: mucho va de recibir el apoyo de Mockus y Kalmanovitz en el caso de Petro, a tener el respaldo de cantantes vallenatos que en épocas anteriores animaban las fiestas de los más sanguinarios paramilitares, en el caso de Duque.
Votaré en blanco. Y ojalá que cualquiera que gane tenga su versión menos trágica. Y ganará Duque.
¿Y ahora quién podrá defendernos? Una nueva ciudadanía que ha ido emergiendo en los últimos diez años y que representa el voto independiente que creció exponencialmente. Una vigorosa oposición en el Congreso, que si bien minoritaria, con gran fuerza moral. Una rama judicial que ojalá no sea cooptada y una prensa libre.
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