Para fortuna de los colombianos, el Mundial de Fútbol coincide con las elecciones presidenciales. Y esta situación es más afortunada si hay segunda vuelta y Colombia asiste al Mundial. En el 2002, 2006 y 2010 no fuimos al Mundial, y solo hubo segunda vuelta en el 2010, aunque sin el menor entusiasmo pues se anticipaba el triunfo de Santos sobre Mockus.
En 2014 la cosa cambió, la segunda vuelta presidencial estuvo llena de tensión y nuestra selección volvía a un Mundial teniendo una excelente participación. Santos ganó y pudo con su triunfo sacar adelante el proceso de paz, uno de los logros más importantes que como sociedad hemos tenido en muchas décadas. La selección nos deleitó con su participación en Brasil.
Este año las elecciones presidenciales, tanto en primera como en segunda vuelta, fueron densas en las emociones que despertaron, en las rivalidades, en los odios y miedos. Para nuestra suerte la selección Colombia llegó a Rusia y todavía está en competición, y entre más se prolongue mejor.
Esta coincidencia, de hace cuatro años y de ahora, ha sido altamente conveniente, pues el gusto enorme que genera el fútbol en una muy buena parte de la población, hace que el Mundial sea el mejor bálsamo posible para los perdedores en política, restando a su vez espacio a la demostración de poder de los ganadores. Este remedio es mucho más efectivo si Colombia participa del Mundial, como ahora en Rusia. Luego del infortunio del partido con Japón, el equipo repuntó con éxito ante Polonia y si hoy logra clasificar a la ronda siguiente tras el partido con Senegal, prolongaremos los efectos de la terapia.
Centrar todas las energías de una sociedad en la política tal vez no es lo más conveniente, pues de alguna manera se fomenta la confrontación, la pugnacidad y la creación de enemigos. Por eso es afortunado que el Mundial coincida con nuestras elecciones presidenciales. Una sociedad es más avanzada, más refinada, en la medida en que su vida y emociones no graviten exclusivamente en torno a lo que pasa en la política. La obsesión con la política hace que descuidemos dimensiones de nuestra vida que hacen un aporte fundamental al bienestar o malestar colectivo.
Lo anterior no significa ignorar la política, pues ésta define una parte importante de nuestra vida social e institucional. Pero permitir o alentar que la política lo invada todo produce una contaminación mental y emocional insana, y además genera un estado en el cual los ciudadanos transferimos nuestras responsabilidades a unas personas que son vistas como semidioses omnipotentes. Sin duda, esta perspectiva poco ayuda al progreso humano.
Desde hace mucho tiempo, desde un sector de las ciencias sociales ha existido una corriente que habla de la necesidad de ‘politizar’ todas las dimensiones de la vida social. También hay una tendencia que habla de que todo el arte es un acto político. Sin desconocer la importancia que debe tener la dimensión de la política, pues es el epicentro de la construcción del Estado y de las relaciones en la sociedad, querer que lo abarque todo lleva a la enajenación.
Este mundial de fútbol, también nos va dejando pistas para nuestra vida individual y colectiva. Un ejemplo claro es la salida de Alemania en primera ronda, o las dificultades que hasta último minuto tuvieron España y Portugal para obtener su cupo a octavos de final. La lección es elemental: todo cambia a cada momento y nada permanece estático. Esta sencilla premisa la olvidamos con mucha frecuencia y por este olvido se genera mucho sufrimiento. Por otra parte, los partidos tienen cambios intempestivos, un gol fortuito o una pena máxima errada cambian el destino. Así también es la vida.
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