La revista Semana en su edición 1.900, que está circulando, trae una nota titulada “Ciudades ¡Ahí viene la plaga!” informando que la Alcaldía de Bogotá determinó que “las palomas que pululan por la capital son una plaga y afectan la salud y el bienestar de los ciudadanos”. Se establece que más del 40% de las palomas que habitan la Plaza de Bolívar de Bogotá están enfermas y pueden transmitir enfermedades a las personas, además de desplazar a especies nativas. Siendo un nivel máximo tolerable 5 palomas por metro cuadrado, en la Plaza hay 36.
Cuenta que casi todas las grandes ciudades del mundo sufren por la sobrepoblación de animales peligrosos para los seres humanos, por ejemplo la rata gris o parda que azota a ciudades como Nueva York, Washington, Londres y Barcelona, y que por su tamaño no tiene depredador natural, por su inteligencia evita con éxito trampas y venenos, y que aún diezmadas, por su ciclo reproductivo tan veloz recuperan rápidamente el número de sus colonias. A su vez, son vectores de serias enfermedades y tienen una amplia capacidad destructiva. También se menciona a las cucarachas y a una especie que a pesar de su belleza, como es la cotorra argentina, se ha convertido en una gran molestia en ciudades de México y España. Esta nota de Semana trae una definición de plaga de la RAE: “Plaga: aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales y vegetales”.
La misma revista trae un informe especial de 15 páginas titulado: “Crimen de lesa naturaleza” sobre la infame, voraz e inclemente deforestación de la selva amazónica colombiana y las gravísimas repercusiones que esto trae para los seres humanos, los animales y el reino vegetal. Se quema la selva para hacer extensos potreros y meter vacas en el más ineficiente ejercicio de ganadería. El Instituto Geográfico Agustín Codazzi ha establecido que en la Amazonía no hay ni una sola hectárea apta para la ganadería, a pesar de lo cual hay dedicadas a esta actividad 5 millones de hectáreas según cálculos de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible - FCDS, con base en monitoreos satelitales. El 34 % de la coca sembrada hoy en el país está situada en lo que hace 4 años eran bosques. Este cultivo afecta a 134 especies de anfibios, 85 de mamíferos, 864 de aves y 600 de peces.
La destrucción amazónica es una tragedia compartida: Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Guayana, Surinam y Guayana Francesa tienen historias igual de terroríficas.
Si a esto le sumamos todo tipo de atrocidades ambientales que se cometen alrededor del mundo: pérdida vertiginosa de los glaciares, empezando por los Himalayas y llegando hasta nuestros nevados, desertificación del África, pérdida de la gran biodiversidad de regiones como el Sudeste asiático y América Latina, el deshielo del Polo Norte, la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero y la invasión sin piedad del plástico al mar, entre muchas, sin duda podemos volver a leer la misma definición de plaga presentada atrás y preguntarnos ¿Cuál es la más poderosa y destructiva plaga del planeta?
Sin duda el ser humano. Lo primero es que somos demasiados: 7.620 millones de personas. La reconocida bióloga Jane Goodall sostiene que este es el principal desafío para el planeta y afirma que como especie vamos para atrás. El naturalista británico, y realizador de los más majestuosos documentales sobre el Planeta Tierra, David Attenborough cree que somos “una plaga sobre la tierra” y quisiera que “el mundo fuera el doble de grande y que la mitad aún estuviera inexplorada”.
La sobrepoblación está acompañada de otras dos causas que nos han llevado a convertirnos en una plaga: la codicia y su expresión económica en un capitalismo desbordado, salido de madre e irracional.
¿Qué si es apocalíptico este escenario? Sin duda lo es.
Sin embargo, hay posibilidad de revertirlo. La fuente de una posible cura está en la transformación de la conciencia del ser humano, empezando por uno mismo, cambiando la manera como vivimos. Esto, sumado a maravillosos desarrollos científicos y tecnológicos, puede evitar que acabemos con el bello, pero frágil, planeta en que vivimos. Hay que actuar ya mismo, pues nos cogió la noche.
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