Por suceder muy lejos y no tener un impacto directo sobre nosotros, una noticia de principio de año pasó desapercibida: Ciudad del Cabo en Sudáfrica está ad portas de quedarse sin suministro de agua. Si las condiciones hídricas no cambian, y hasta ahora no lo han hecho, el 21 de abril no correrá una gota de agua por los grifos de esta ciudad. Hay otras diez grandes ciudades alrededor del mundo que podrían, si las cosas siguen como van, seguir el mismo camino, y sin agua no hay vida. Londres, Tokio, Moscú, Estambul, Ciudad de México, Sao Paulo, Beijing, Bangalore, El Cairo, Yakarta y Miami tienen la espada de Damocles sobre su cabeza.
Mientras esto pasa en otras partes, aparentemente lejanas, nuestro país está metido de pies y manos en los asuntos políticos. Más de dos mil candidatos buscan llegar al Congreso y una docena compite por la presidencia. Los medios de comunicación y las redes sociales están inundados de noticias, debates, polémicas, propaganda, promoción, exaltación, difamaciones, insultos y peleas a muerte alrededor de los candidatos. Por su parte, la gran mayoría de estos se dedica a cazar voto por voto de manera impúdica, vulgar y criminal. La 'fiesta de la democracia' no pasa de ser un encuentro de arrabal entre malandros, que blandiendo su puñal buscan intimidar contrincantes cuando no darlos de baja. A su vez, los ciudadanos son para estos facinerosos meros trozos de carne que hay que trinchar en su afilado cuchillo para luego tragar por sus insaciables fauces. La inmensa mayoría de nuestros políticos son peligrosos sociópatas.
Escuchar la propaganda de los candidatos produce verdadero malestar y desesperanza, y en últimas risa; son lugares comunes cercanos a la estupidez. Y cuando se les escucha, en la mayoría de casos, estos candidatos sobresalen por insulsos, ignorantes e irresponsables. No tienen idea del oficio que quieren desempeñar, de los asuntos que deberán tratar y de las responsabilidades que implica dictar las leyes. En el peor de los casos, que es bastante frecuente, buena parte de los futuros congresistas ya están pensando en cómo desplegarán su poder en las diferentes regiones para hacerse al presupuesto público, básicamente a través de los contratos, como corsarios y piratas avistando el paso de los barcos cargados de oro.
El 2018 arrancó con una cantidad inusitada de incendios forestales en la Amazonía y la Orinoquía. En Colombia se queman al año 300 mil hectáreas de bosques. En Medellín están viviendo una grave emergencia ambiental, pues el aire se ha vuelto irrespirable. Mirando un horizonte de tiempo un poco más amplio, podemos ver un patrón en el cual los veranos son cada vez más calientes y prolongados, así como las épocas de lluvia más fuertes. Ambos fenómenos están pasando su cuenta de cobro año tras año. También se registra la alarmante pérdida de especies de fauna y flora que fenómenos como la minería, la ganadería, el monocultivo y la siembra de coca están causando.
Colombia ha sido reconocida como una potencia mundial en biodiversidad y en riqueza hídrica. La belleza de su naturaleza es única en el mundo. Pero parece que no nos hemos dado cuenta, o de haberlo hecho, damos por sentado que siempre será así y que no importa el criminal daño que estamos perpetrando. De estos temas no habla casi ningún candidato, pues están absortos en sus mezquindades, en propagar sus mentiras y sus tontas propuestas.
Lo primero que deberíamos preguntarle a un candidato es qué va a hacer para que todos tengamos agua limpia para beber, para que los ríos estén sanos, para que no se diezmen las selvas ni los bosques, para estar más protegidos contra el cambio climático, para que nuestra abundancia en fauna y flora se preserve, para que en últimas, Colombia pueda llegar a ser el paraíso que tiene la posibilidad de ser.
Obvio, también hay que consolidar la paz, ofrecer salud y educación a todos, cuidar las finanzas públicas, brindar seguridad y sobre todo, exterminar la corrupción.
Este próximo domingo votaré por el Partido Verde para Senado, lo haré por Iván Marulanda Gómez, a quien desde esta columna quiero comprometer con los propósitos enunciados.
En cuanto a la presidencia, considero que los dos mejores candidatos para afrontar los retos expuestos son Humberto de La Calle y Sergio Fajardo.
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