La posesión de un presidente es un acto cargado de una gran energía, mensajes y símbolos. En Estados Unidos, por ejemplo, concentra toda la atención del país y cada palabra del nuevo jefe de Estado, o cada detalle del acto, da para muchas discusiones y pronósticos. En nuestro caso, la posesión del presidente Iván Duque nos plantea importantes temas de reflexión y análisis.
La tradición de este acto entre nosotros tiene como uno de sus momentos un discurso del presidente del Senado, que no pasa de ser una anodina, aburrida y protocolaria intervención. Pero en esta ocasión saltó la liebre. Ernesto Macías pronunció un discurso que para nadie pasó desapercibido. Macías quiso reafirmar la condición de deidad que para su partido tiene Álvaro Uribe, de superhéroe sin mácula y gran conductor de la nación. Para él, sin Uribe no hay nada y con Uribe todo está seguro. A Duque simplemente le dijo que su trabajo sería reconstruir el país, pararlo de los escombros en que lo dejó el presidente Santos. Para sustentar esto último acudió a la más burda presentación de mentiras, hechos acomodados y visiones cínicas de la realidad. El asunto grave es que Macías no es solo Macías, es todo un partido, el Centro Democrático - CD, que en últimas es el partido del presidente Duque. Macías es un imbécil, mentecato e ignorante; un temerario cuyo único ‘mérito’ ha sido su incondicionalidad con Uribe, por eso llegó al Congreso hace cuatro años, por ser un muyahidín de la causa uribista, porque sería capaz de inmolarse por su gran jefe si este se lo pide, como toda la bancada uribista. Sin duda, esto es muy parecido al fascismo italiano de los años veinte o al nazismo alemán de los años treinta. El discurso de Macías no es solo de este, es de todo el CD, así lo prueban las imágenes de Noticias UNO que captaron la celebración que de la arenga del opaco y gris presidente del Congreso hicieron los congresistas uribistas. ¿Es este partido extremista y virulento el partido de Duque? ¿Mandará en él Uribe o Duque?
Una imagen diciente: bajando del Palacio de San Carlos hacia la Plaza de Bolívar de Bogotá, el presidente fue abordado, como es costumbre, por los congresistas, empezando por los de su partido. La primera en recibirlo fue Margarita Restrepo del CD, quien está siendo investigada por la más burda y grosera compra de votos en Antioquia. ¿Esta es la renovación?
El discurso del presidente entrante estuvo cargado de lugares comunes, de obviedades, de ingenuidades. Pero en medio de esto se puede percibir una sensible diferencia entre Duque y Macías. Duque promete que gobernará sin anclas ni prejuicios en el pasado; sin odios, mezquindades ni revanchas; para construir y no destruir, sabiendo que el pasado ha demostrado que el dogmatismo no ha dejado cosas buenas. Reconoce, en últimas, logros de Santos, y promete mantener lo que funciona, corregir lo que falla y crear lo que sea requerido. Habla de soluciones y no agresiones, y de una Colombia donde todos podamos construir la paz. Y esto es radicalmente distinto al pregón de guerra del CD.
Duque es de derecha, sin duda. Bajo esta óptica ve la sociedad y la política. Pero esto no es el problema, pues al fin y al cabo la democracia implica diferentes visiones y perspectivas. El problema es saber si honrará los compromisos de su posesión o dejará que Uribe y el CD arrasen con todo a su paso. Si Duque es Duque honrará la democracia, y para esto tarde que temprano deberá romper con Uribe y sus cruzados, y en ese momento será un traidor más para estos y un presidente decente para Colombia.
Por último, ojalá cumpla con su promesa de resiliencia. La mejor manera de hacerlo es honrando el Acuerdo de Paz.
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