La vida de mi papá no requiere defensa alguna, no necesita abogado. Con la perspectiva de hoy podría decir que todo fue bueno, incluso lo que en su momento no me gustaba. Solo un ejemplo, si bien sus hijos hemos tenido la imagen de él como una persona disciplinada y muy exigente en nuestros años de formación, de cuando en cuando vienen a mi mente recuerdos en que lo veo cómplice, alcahuete y generoso, esa fue mi experiencia, tal vez por ser el menor.
Quiero compartir lo que fue su florecimiento, su esplendor, su vida después de los 80 años, y muy especialmente los últimos cuatro, de los 88 a los 92. La paradoja es que fueron los años en que su salud empezó a decaer, y poco a poco se sumaban más dificultades y las que ya estaban instaladas se hacían más severas.
Mi papá manejó hasta los 86 y fue a caminar al Estadio tal vez hasta los 84, luego se ejercitó en una banda caminadora en la casa. A los 88 lo visitó una falla cardíaca, luego de la cual sus capacidades quedaron tremendamente diezmadas y su independencia quedó atrás. En estas condiciones, que implicaban oxígeno el día entero, remedios sin tregua, fisioterapia permanente, visitas médicas en casa y por fuera, Mario fue inquebrantable en su disciplina y en seguir las recomendaciones médicas. Tenía la esperanza de la mejoría y al mismo tiempo fue aceptando con tranquilidad su condición. Claro que le dolía, que se quejaba, que protestaba, que se entristecía por sus limitaciones, pero por encima de esto fue surgiendo en él una paz difícil de perturbar, una alegría nueva llena de sabiduría.
Tuve el privilegio, la gran suerte, de poder estar mucho tiempo con él desde sus 80, que en los últimos cuatro fue tiempo completo. En los últimos dos nos acompañamos sin separarnos un instante, así yo tuviera que viajar. El mejor oficio que he hecho en mi vida ha sido cuidar a mi papá y a mi mamá estos últimos años. El día a día se llenó de un propósito y un sentido que ningún trabajo anterior tuvo. Cuando alguien me preguntaba a qué estaba dedicado, simplemente respondía "a cuidar a mis papás" y no requería dar explicación adicional. Mi hermana Liliana y yo asumimos desde hace muchos años el manejo de la casa de Mario y Edelmira e hicimos una distribución de tareas que se fue dando de manera natural, y que ha sido la mejor.
En los últimos años fui testigo de cómo afloraba la belleza perfecta en mi papá, el amor perfecto y la sabiduría perfecta. Nada, absolutamente nada me molestaba de él. Me dolían en el alma sus limitaciones y dolores, ante los cuales nada podía yo hacer. Al mismo tiempo fuimos descubriendo juntos la manera de disfrutar muchas cosas: películas que a él le gustaban, documentales de historia, las noticias del periódico y la televisión, ver el canal DW, conversar deliciosamente de mil cosas, comentar el proceso de paz, el que siempre apoyó sin la menor duda. Pero sobre todo, lo mejor fue hacernos compañía, el solo hecho de estar juntos.
En los últimos seis meses volvió a comer ricos manjares, luego de varios años de mucha austeridad en su dieta. Gozaba con los platos que pude prepararle, él decía que se sentía en el mejor restaurante, que nunca había comido tan bueno. Claro que también de vez en cuando decía que había quedado "regularcito". Con alguna frecuencia hacíamos plan musical, de boleros y música española de época. Alrededor de las 5:00 p.m. empezaba el concierto y por Youtube íbamos explorando canciones.
El contacto físico con Mario adquirió una dulzura, suavidad, ternura y amor que yo nunca había experimentado. Él gozaba con los masajes antes de dormirse y pedía "ñapa", en medio de esta terapia surgieron las tertulias más maravillosas e íntimas que uno pueda soñar. Este ambiente lo enriquecía la compañía de mi mamá Edelmira, a quien adoró hasta el último instante como quinceañero enamorado.
Liliana siempre le dio la seguridad de que todo marchaba sobre ruedas y siempre le dispensó generosa compañía. Nelly, Sandra y Dorelly, colaboradoras inmejorables, suplieron lo que él ya no podía hacer por sus propios medios, fueron sus manos y piernas. Siempre lo hicieron con amor y mucha paciencia.
Hasta en la media hora que duró su tránsito de esta manera de existir a una siguiente, vi en mi papá una belleza absoluta, y la seguí viendo después de ese momento. Todo confluyó en la vida para poder estar con mi papá estos últimos años. Es lo mejor que me ha pasado. El ‘Chicuelo’ me dio la oportunidad de servirme a mí mismo a través del servicio a él. Ojalá muchas personas puedan tener la oportunidad de vivir de esta manera, que sin duda es maravillosa.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015