Creo que leí en este diario que en Manizales se matriculan cada año 6.000 vehículos nuevos, para dimensionar esta cifra, imagine usted una fila de carros de 18 kilómetros, iría desde la Plaza de Toros hasta la Capilla de Santágueda.
Es curioso como el carro y la presunta movilidad transforman la ciudad y por ende la sociedad. En los años 1951 y 1955 se hizo el primer sacrificio a favor del carro, cuando se ampliaron parte de las carreras 23 y 22 haciendo retroceder las casas metro y medio, cediendo este espacio a la vía pública. En 1971 hubo otro caso mayor, ya que con la construcción de la Avenida del Centro o Alzate Avendaño, de nuevo de derruyeron cientos de casas para darle vía al carro.
Es el carro, al parecer, la expresión máxima del individuo, en este objeto se condensa toda la personalidad del manizaleño, que incluye prosperidad e inclusive la potencia sexual. ¿Esta libre expresión de la personalidad dónde hallará su límite? La semana pasada hubo alerta de esmog en varios barrios de Bogotá ya que la contaminación era ofensiva para la vida. Y hay más índices de sobre poblamiento automotriz: el pico y placa, y el día sin carro son claras señas de que algo está desbordado, y eso sin contar con los trancones habituales que atentan contra la calidad de vida de sus habitantes. ¿Cómo dirimirán los filósofos del derecho este caso? ¿Atentan el carro y los miles de usuarios contra el bien común? ¿Pesa más la gran cifra de individuos que un bien común como lo es la salud y la movilidad?
¿Cuántos concesionarios de automóviles hay en Manizales? Creo que todas las marcas importantes están representadas en la capital caldense. Y si se prende un televisor, el lector puede estar seguro que en el corte de comerciales siguiente uno de ellos ofrece carros. El gran capital mundial financia la compra de vehículos de una forma agresiva, haciendo casi que imposible de rechazar estas ofertas. Me pregunto, ¿quién va a pagar por esos daños?
Los primeros carros que llegaron a Manizales se emplearon como atracción, ya que hacían un recorrido de la Plaza Bolívar hasta el Instituto Universitario y por este paseo cobraban. Nadie pensaba en la movilidad en sí. Para el transporte de carga y de gente Manizales tenía puesta la mirada en el tren y en los cables aéreos, formas de transporte colectivo.
Después de los incendios, Manizales fue reconstruida sin pensar en los carros. Solo hay una casa en el Centro Histórico, que data del año 1941, que incluyó en su diseño un garaje y es la casa donde se encuentra hoy en día el Hotel Polti en la carrera 20 con calle 22. Igualmente, barrios como La Enea y La Sultana cuyas casas fueron diseñadas sin espacio para garaje, creyendo los planificadores que los laboriosos dueños nunca serían capaces de adquirir carro propio, hoy en día están ante el problema urbano del carro.
No cabe duda que los planificadores manizaleños están ante un gran dilema, pues deben dar solución a dos amenazas que presenta el carro: la contaminación y la falta de espacio para vías. Observemos ahora el debate político que se avecina y seguramente ninguno de los candidatos al Concejo o a la Alcaldía tocarán el tema; si mucho harán románticas alusiones a la bicicleta.
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