Las obras primeras tienen un especial encanto cuando se es un sensible y atento lector. En ellas se condensa un gran esfuerzo ya que el artista está más que atento. Miedo, vanidad, alivio, esperanza, fuerza y pasión son poderosos impulsores que igual a la adrenalina conducen a logros superiores. Esa primera oportunidad recibe el trato como si fuera la única por no decir última. De un grueso cuadernillo recargado de trabajos, cortos y largos, recientes y viejos se hace una severa escogencia que ni un Darwin haría con tanto rigor. Sería sano hacer este proceso en un solo día, mas las circunstancias no lo permiten, así que esta especie de agonía se prolonga por meses, hasta obtener un elixir, una esencia de alta pureza lista para ser presentada en forma de impreso a un amplio público. Son días de dudas que el artista debe vivir. Finalmente el silencio agobiador se rompe y el insatisfecho artista recurre a un tercero para adquirir un concepto externo cuyos veredictos solo relativizarán lo que ya se había avanzado. A pesar de no existir una metodología, y en parte por desconocer abiertamente los dictados del corazón, resulta una obra selecta y fina de un alcance mayor al que el mismo artista pensaría. Este es y fue el caso de Sinestesia, donde esa lucha interna quedó reducida a unas claras aristas que le dan contorno a una preciosa gema.
Hay un aspecto que prima en este poemario: la brevedad de la mayoría de estos trabajos, que yo en algún momento identifiqué como aforismos o pensamientos. Logra el poeta Hernán Alberto captar sensaciones, impresiones e ideas en muy pocas líneas. Brevedad en poesía la asocio con haikus, pero esta paralela no me parece completamente adecuada. La afinidad la vería más bien con el tweet o con el grafitti, dos manifestaciones muy relacionadas con gente joven actual. Hay fuerza en esto, hay vida en esto y por ende no hay reglas y no hay afán de trascender. El poema es aceptado como un chispazo, un fulminante color que contrasta con la oscuridad de la vida como un fuego artificial, convirtiéndose por eso en el género ideal para ellos. Hay en este poemario un desparpajo juvenil donde trasluce el autor en toda su dimensión, se palpa ese hombre joven con aspiraciones que no le teme a las dudas y sabe que hay un mundo donde las normas no son decisivas. No se pretende reflexionar sino perseguir ese golpe de retina, esa impactante melodía, se trata de estar al acecho de una efímera emoción. ¿Se trata de la inconsistencia elevada a categoría de arte? Retomemos el título de este poemario; el diccionario define Sinestesia como “sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra.” Para Hernán Alberto la forma no es importante, él busca captar la emoción, y es por eso que él es impresionista y expresionista a la vez. Los ideales, las normas y conceptos pueden esperar.
Pecaría de ser políticamente incorrecto si no hago referencia a la actividad principal de Hernán Alberto Bedoya, mejor conocido como el concejal Beto. Publiqué este poemario porque noté una gran diferencia. Me explico: En Manizales estamos muy mal acostumbrados a que nuestros políticos publiquen, excepto Jorge Enrique Robledo que realmente es un intelectual. Se trata de poses que estos señores de la política quieren asumir prostituyendo la labor de escribir, creyendo que logran algún rédito en las urnas o en su imagen de hombres público y cultos. Son libros donde un necio afán de figurar y una vanidad engorrosa asfixian la inspiración y el talento. Diría, sin pretender asociaciones, que son libros carentes de honestidad y eso lo capta hasta el menos versado lector.
El autor de Sinestesia es original y ve en su labor literaria poca o ninguna conexión con su actividad política. A mí me convence esa voluntaria disyunción que seguramente hace 80 años, en épocas de los Aquilinos, Silvios y Gilbertos, no era necesaria.
Creo que es un caso afortunado el que estamos testimoniando hoy. Espero que se mantenga a esa altura y que este primer paso dado sea realmente el de un humilde peregrino en su camino, muy consciente de su lugar en el mundo.
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