En esta fecha conmemoramos por vez 526 el arribo de España a América, fenómeno que alteró la relación de entre tres continentes, casi la mitad del mundo. Surgen para esa fecha actitudes, que, disfrazadas de históricas, tratan de condenar este hecho con unos argumentos frágiles y bizantinos logrando la atención de mucho lector incauto, que llevado por una aparatosa pereza mental nunca ha analizado este fenómeno a fondo y se deja seducir por esa pseudohistoria. Rechazar lo actuado por España, de plano, es un error, porque analizando los hechos con rigor España se ajustó a la ley vigente en ese entonces. Ahora, si se repasa la historia de la humanidad ha sido eso: conquista. Roma sojuzgó a España; los Aztecas desplazaron con violencia a los Mayas y en el preciso momento que España llegó a América los indios Caribes, provenientes de la cuenca amazónica y armados de flecha y arco, estaban conquistando el territorio que hoy es Colombia.
Este hecho, la Conquista de América que se desencadenó en ese día, no puede ser analizado solamente desde el aspecto del genocidio, porque dinámicas como la económica o la social quedan sin análisis, creando confusión. Incurren estos ligeros y necios autores en el error garrafal de juzgar la historia desde parámetros actuales, y con esa disposición se convierte en una diatriba que capta a quienes prefieren una versión amarillista del pasado a un análisis sesudo que nos aclare quiénes somos y por qué estamos acá.
Es muy complejo cómo avanzamos en la acepción del crimen. Si analizamos nuestra historia con los ojos de la Constitución del 91, tendríamos que recoger todos los bustos que engalanan nuestras plazas; cerrar los museos y desechar más de una biblioteca, porque todo lo actuado viola el criterio de justicia actual.
Un mejor mundo se logra empleando la razón, profundizando en el conocimiento, y no lanzando juicios carentes de soporte que se ajustan a la jerga y las triviales ideas de unos ilusos. Esos que cierran el puño y con oscas palabras se refieren a España usualmente ostentan apellidos castellanos, hablan Español y usan todos los avances tecnológicos que Occidente depositó en América, incurren en una incoherencia infantil. Pierden el tiempo juzgando a sus ancestros europeos y desconocen la plurirracialidad de nuestra cultura, y es allí donde surge el reto, porque se debe definir este país sumando esos tres troncos raciales sin descalificar ni condenar uno de ellos. Esta fecha es un día complejo y exigente sobre el cual autores como el español fray Bartolomé de las Casas reflexionó hace 500 años; otro español, Américo Castro aportó a su comprensión; Rufino Blanco Fonbona el venezolano, José Vasconcelos el mejicano, pusieron importantes acentos; los norteamericanos Waldo Frank y Katheleen Romoli profundizaron y William Ospina se dedicó a diferenciar esa herencia y detectar cuál es el peso de esos aportes genéticos y culturales.
Estas personas confrontaron archivos y escritos para con la mente despejada trazar unos hechos documentados y avanzar en comprender lo que significó ese 12 de octubre de 1492 para la humanidad. El categórico genocidio que se quiere rechazar en esta fecha es el punto de partida más inicuo para comprender nuestro pasado. Definitivamente la historia no es escenario para exaltados racistas armados de ignorancia y desesperanza. Nos falta profundizar durante varios años más en eso del Día de la Raza para poder decantar algo sólido y avanzar en la comprensión de nuestro pasado y raíces, pero lo que sí podemos hacer en la actualidad es rechazar esos llamados a denigrar del Almirante Colón y todo lo que él significa, porque el que trata de alterar vilipendiando el pasado no tendrá empacho en irrespetar el presente señalándonos un futuro incierto.
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