Para despistar a su majestad el azar, este año no dejaré el cigarrillo ni el trago (ellos me dejaron); no haré dieta, no cambiaré el mundo así le falte un tornillo.
No aprenderé inglés mientras Trump madrugue a contaminar con sus trinos lo que queda del medio ambiente. Si me encuentro con su mujer, Ivana, la bella de hielo, no me aguantaré las ganas de sugerirle que, cual Lisístrara moderna, le exija a su guerrero de peluche que se calle, o que de aquello, ni pío.
Eso sí, seguiré leyendo en español a Mark Twain, Sherwood Anderson, Gay Talese, Mailer, Capote. Ni bobo que fuera.
No adoptaré un enemigo, no violaré los pasos cebra. Caminaré ligero de equipaje.
No escribiré ficción. Qué más ficción que la realidad con la que vivo en matrimonio indisoluble.
Qué cuentos de convertirme en encopetado bestseller (¡esas uvas están verdes!). No es tiempo de cambiar de amigos, ropa, barrio, desodorante, motilado. Menos cuando las cuatro mechas que me acompañan siguen “cuesta abajo en su rodada”.
Seguiré madrugando por decisión implacable de mi reloj biológico. Espero no repetirme… demasiado. No renunciaré a tener la calle y el campo por cárcel.
Compraré lotería para aportar al fisco pero no miraré los resultados. Así me recorra un frío por todo el espinazo sospechar que fui rico a mis espaldas porque no verifiqué el billete ganador.
No seré perro de toda boda. Es mejor disfrutar del anonimato y de la cotidianidad, regalo de los dioses. Seguiré ennieteciendo.
No le pediré más dones al que crea galaxias para divertirse en su eternidad. Le sugeriré que deje los santos quietos. Tengo todo lo que quiero, como decía mi hijo Juan a los ocho años.
Procuraré seguir la dieta de los benedictinos de Guatapé: Regalarme, y regalar silencio.
Después de ser hincha vergonzante de Millonarios mientras coronaba otra estrella, estoy de regreso al Nacional.
“Así no cambien nunca de canción”, compartiré mis ingresos con los pájaros. Pero que no me pidan más de uno o dos plátanos al día. Con el incremento salarial concertado el palo no está para cucharas.
(Solo para entre nos, informo que encontré ahorcado un cucarachero a la entrada de la pajarera. Estoy activando al Sherlock Holmes que “me habita” y convocando a los ornitólogos para averiguar qué pasó).
No dejaré de votar enverracado en las elecciones con mis desolados amigos del sí al plebiscito. No le sugeriré a Marta Lucía Ramírez, candidata de Pastrana, que no le jale a la consulta en marzo porque la muele Iván Márquez, perdón, Iván Duque, el que dijo Uribe.
No olvidaré celebrar con 21 cañonazos que hace cinco años, el doctor Escandón, de Colsánitas, sacó corriendo el cáncer que me visitó.
Tener una segunda oportunidad es lo más parecido a una resurrección con anestesia. Cada día huele a segunda oportunidad. ¿O no?
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015