Lenguas viperinas dicen que Dios se vale de las guerras para enseñar geografía. También el fútbol es el encargado de esas minucias. Gracias al esperanto de las patadas, o fútbol que llaman, muchos nos hemos desasnado en asuntos relacionados con Croacia.
Ya no me rajan si de la televisión de Bramaputra me preguntan por sus límites: Hungría, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Eslovenia. Les encimo el mar Adriático y el dato de que ese país es más pequeño que Antioquia y tiene cuatro millones y pico de habitantes.
Fijo habrá cosecha de Zlatkos, Lucas y Marios, nombres del entrenador y de dos de las estrellas de la selección. Habrá explosión de Kolindas, nombre de la rubia presidenta del país que viajó a acompañar a los suyos en clase turística, arriando first class, pagándose sus gastos. Se descontó los días no trabajados.
En el primer viaje oficial del presidente Duque a Zagreb le mandaré saludos y le haré saber que en la final contra Francia todos fuimos Croacia.
Esta vez no hay tal que la historia solo se ocupa de los triunfadores. Durante mucho tiempo se hablará de los croatas a la par con sus verdugos. Chuleado el mundial de Putin, el nuevo peor amigo de Trump, cabe afirmar que perder es ganar.
No son gente pintada en la pared nuestros nuevos mejores amigos. Napoleón decía que con diez mil croatas habría conquistado el mundo. Uno de esos croatas excepcionales es Luca Modric, el mejor jugador del mundial a pesar de su endeble apariencia de niño que se perdió de la mano de su mamá.
Los croatas son originales hasta en el uniforme ajedrezado. Según la leyenda, dos monarcas se jugaron el reino de Croacia al ajedrez. El ganador decidió que en agradecimiento al jurásico juego, la bandera sería a cuadros, como el uniforme del seleccionado.
Más sorpresas. La corbata es un regalo de Croacia a la elegancia global. La voz Croacia viene de cravat, corbata, un accesorio que lucieron primero sus habitantes.
Al festival de poesía de Medellín estaba invitado el poeta croata Tomica Bajsic. Le monté la perseguidora en la Biblioteca de Belén para felicitar al primer croata que conocería. No pudo venir. Se le enfermó su “dulce enemiga”, informó el quijote del festival Fernando Rendón.
Nos perdimos de oírlo recitar: “A veces parece como si estuviera viviendo con tiempo prestado, mis amigos están muertos y regados por los cementerios…”. Sus poemas están en la página del festival.
Nos regalaron sus versos Birgitta Jóndsdóttir (Islandia), Jotamario Arbeláez (Colombia), Óscar Saavedra y Ómar Pérez (Cuba).
El entrenador croata Zlatko Dalic, es otro duro. Católico bravo, para acariciar la camándula se tiene confianza. Es su mantra. A los jugadores les regala biblias, tácticas y estrategias.
Pero a veces Dios se parcializa y pese a los rosarios del técnico, les michicateó el triunfo. Será en el próximo Mundial.
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