En su casa era el Negro, sus amigos piernipeludos de la cuadra en Abejorral, su terruño, le decían Pacho, en la escuela y el bachillerato no lo bajaban de Franco.
La Universidad Nacional, sede Medellín, lo volvió agrónomo. Para la DIAN que le metía la mano al bolsillo fue Francisco Javier Franco Ospina.
El domingo 14 de enero le celebraron en Cocorná 64 años. No asistió. Un mes atrás había agarrado el sombrero para volverse eternidad. Muchas lágrimas decoraron cachetes por su partida.
En el interior de Locombia lo conocían como Pacho Semilla, los arhuacos le decían Pacho Zijuna (=semilla).
Lo distinguían en las cinco zonas biogeográficas: Chocó, el Caribe, la región Andina, la Orinoquia y la Amazonia. Lo amaban los de abajo, en especial los amancebados con el campo. Se lucía desde la clandestinidad. Nada de estar intrigando una noticita con foto en los diarios. Su periódico era el “voz a voz”, tan antiguo como el eco, primer periódico que circuló.
¿Su oficio? Recolectar semillas de especies olvidadas para plantarlas en diferentes “huertos habitacionales”. A esas especies las consideraba “nuestra mayor herencia de los ancestros”.
Conocía al dedillo el prontuario de cada planta que mimaba. Todo lo documentaba con fotos. Lo primero que echaba en su morral de caminante era su máquina de retratar. El sabio Mutis gustoso lo habría reclutado para su causa.
¿Su credo? “Solo somos una gota de agua en una burbuja de aire, alimentadas por minerales y calentadas por el sol”.
Su tarea fue darle una segunda oportunidad a especies como algarrobos, madroños, cañafístolas, granadilla de piedra, dulumocos, ébanos, palma amarga, choiba, tambolero, caobas, almirajo, bálsamo de Tolú y otras más olvidadas.
En alguno de los correos que me escribió en los últimos meses, precisaba: “Me dedico a documentar la sabiduría ancestral alrededor de las plantas tratando de interpretar a nuestros afrodescendientes, indígenas y campesinos que siempre han alimentado y sanado esta patria. Lástima por los dirigentes mezquinos, sobre todo con el campo, que hemos tenido”.
La iraca le gustaba más que darle gusto a su espermatozoide andariego. “Es una de mis especies preferidas ya que es alimento - de ella se sacan palmitos que, entiendo, le salvaron la vida al secuestrado Lizcano en su fuga con un guerrillero de las Farc-; es protectora del agua, ornamental; también la utilizan para techar ranchos y cargar gallinas vivas”.
A todo el que se topaba bajo el sol lo enriquecía con el maná de alguna semilla. Le enseñaba cómo aprovecharla y multiplicarla.
A donde iba plantaba su vivero. Era su carné de identidad. Conocí uno que cultivaba en Cocorná, vereda san Juan, donde trabajaba de la mano de su colega y sobrino Jorge Alberto Franco, secretario de Agricultura.
Su familia, colegas, la municipalidad cocornense, están dedicados a recoger su legado. Esperan que resucite de alguna de sus semillas.
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