Una nueva mejor amiga de cuyo nombre no pienso acordarme, me felicita tardíamente por el día del hombre. Se deja venir con algunas banderillas: “Lo digo sin sorna: Debe ser muy verraco ser hombre. La vida le cobra caro la comodidad de orinar parado, no esperar con angustia la llegada de ‘aquella’ y desconocer la preñez.
Claro que las cosas están cambiando y muchos de tus congéneres matarían por poder usar un protector de panty y un tampón con aplicador.
En las cajas registradoras de los grandes almacenes pueden verse hermosos muchachos con las cejas depiladas y turgentes labios excesivamente rosados. Esos pueden recibir regalos en el fenalquísimo día de la mujer.
El hombre serio, cumplidor de su palabra, respetuoso de las normas, inteligente y emprendedor, igual que el oso de anteojos, está en vías de extinción”.
Mi respuesta:
Provocadora amiga:
Así nos decretes la extinción, gracias por las demoradas felicitaciones. La noticia sobre el día del macho no apareció ni en el pasa del periódico.
Pésima idea celebrar el mismo mes los días del hombre y de la mujer. Ustedes son mil veces más taquilleras. Nos golean 5-0.
El olvido que somos ese día comprueba que los varones somos prescindibles como las crispetas.
Ni nosotros nos dimos cuenta. El sujeto proustático que me devuelve el espejo me preguntó si nos merecemos la celebración. Guardé silencio ante el sarcasmo.
Hasta los comerciantes quedaron mirando p’al páramo. No vendieron un calzoncillo más.
Dices que es verraco ser hombre. Tampoco. Uno nace a temprana edad con la pequeña diferencia incorporada, y a ejercer. Felizmente, no tenemos que rendir en casa y en la oficina como les toca a ustedes en plena liberación femenina ¡Qué tristeza!
Eso sí, ya es casi imposible orinar de pie, uno de los últimos bastiones del orgullo masculino. En muchas casas alemanas las activistas teutonas obligan al cliente a orinar sentado si quiere salir vivo.
Domesticamos el rayo, le descubrimos el punto G al átomo, podemos convertirnos en puré de eternidad con Trump a un estornudo del botón nuclear, pero nada que dominamos el chorro, en ninguna de sus fases: apertura, intermedio y final, dicho en el idioma de la música, el ajedrez y las noticias.
En cuanto a la venida de “aquella” y de la preñez, déjenlas para ustedes. No resistiríamos quedar embarazados siquiera parcialmente.
No despotricaré del gremio “al que me honro en pertenecer”. No voy a declarar en contra mía. Allá los que se gastan sus denarios en manicure, en cejas pluscuamperfectas o en “labios turgentes”, a lo Angelina Jolie. Respeto el libre desarrollo de la personalidad de mis congéneres.
Y aunque nos decretas la extinción como al oso de anteojos, te aseguro que hay varón domado por millones y “millonas” de años. “Mientras haya mujeres habrá poesía”... y machos alfa dispuestos a incomodarlas.
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