Tiene 89 años y anda en el Festival Gabo 2018 con sus ojos que parecen clonados del Corazón de Jesús. Vive debajo de un sombrero que es a la vez prótesis y marca de fábrica.
Guillermo el Mago Dávila es quizá el último alumno de Clemente Manuel Zabala de quien el Nobel García Márquez escribió: “Todavía me pregunto qué habría sido de mí sin el lápiz rojo del maestro Zabala (1896-1965)”, su editor en el diario El Universal de Cartagena en los años cincuenta.
El Mago, linotipista-periodista, recuerda a Zabala “siempre serio, vestido de blanco, educado al máximo, hombre a carta cabal, sin ínfulas. Nos devolvía los originales subrayados con lápiz rojo”. Rojo “jorgeeliecergaitán", su amigo asesinado. Digo yo.
Según Jaime Angulo Bossa “la del lápiz rojo era una letra menudita que Zabala estampaba encima de la palabra a corregir”.
No solo editaba. Al escribir, lo de Zabala “era una fusión entre periodismo y literatura que desemboca en un periodismo creador… El más cotidiano de los temas cobra interés para el lector pues la creatividad y el rigor trascienden el dato objetivo y la información”, escribió Tomás Vásquez en El Espectador. (Pago por ver un libro con ensayos de Zabala).
La memoria del célebre y discreto periodista se perpetúa en el FestiGabo que distingue hoy, con superávit de méritos, a Diego Martínez Lloreda, director de información de El País, de Cali.
Del Festival me invitaron a postular candidato. Así presenté a mi derrotado editor:
Guillermo Angulo ha sido fotógrafo, cinematografista, diplomático, periodista, cronista, orquideólogo, gocetas y editor…, el cargo en el que más a gusto se ha sentido.
Lo conocí y “padecí” como director y editor de Ciudad Viva, periódico (q.e.p.d.) de la alcaldía de Bogotá.
Angulo, el Zabala de Anorí, Antioquia, es de los que corrige con tanta sabiduría y certeza que casi le pide perdón al gazapeado por haberlo pillado in fraganti.
Fue comisionado por el presidente Betancur para escoger a los doce mejores amigos de García Márquez que lo acompañaron a recibir el Nobel a Estocolmo.
García Márquez (cuyo hijo menor, Gonzalo, diseñador gráfico, tipógrafo, ilustrador, editor de libros) habla mañana en el Orquideograma) le confió esta cartilla: “Ser buen escritor consiste en escribir una línea y obligar al lector a leer la siguiente”.
Angulo aplica esa receta al escribir sus crónicas. También aplica la fórmula en los textos que enriquece de oficio, por amor-humor al arte.
Las crónicas que le llegan de sus amigos que somos sus alumnos, suele comentarlas y desguazarlas con ironía de la mejor ley y con sabiduría y amor de abuelo, condición que alcanzó a sus primeros 90 años.
Si se entera de que lo estoy proponiendo al premio a mejor editor, este joven nonagenario al que García Márquez no bajaba de “maestro”, me retira el saludo y la mirada.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015