Aunque parezca un disparate abiertamente inconstitucional, a muchos hijos de esta Colombia inmortal nos encantaría que la Carta Fundamental obligara en adelante a los presidentes futuros a someterse a un “período de prueba”.
Los tan traídos y llevados cien primeros días en el arisco potro -figura que se estrenó en el continente americano en el gobierno del inmolado presidente estadounidense John F. Kennedy- serían tomados como base para que la Corte Suprema de Justicia, en su sabiduría, decida si el mandamás sigue o no sigue en Palacio. Si no es apto, que asuma el vicepresidente, en vía de ensayo, o que, en su defecto, se convoque al pueblo a nuevas elecciones.
No se admitirían amañadas ternas para montar en el solio bolivariano a un presidente ad hoc. El período de los tres meses largos se extendería a los ministros del despacho, ante la ineficiencia de la mayoría de los actuales integrantes del gabinete ejecutivo. Sería completo el cambio de tendido en la alta nómina estatal.
Del equipo económico que fracasó aparatosamente al intentar castigar con el IVA a toda la canasta básica no harían parte algunos funcionarios que se equivocan pasando su plata de un bolsillo a otro. No se improvisaría más encomendándoles el manejo de la guerra a los presidentes de los gremios privados. ¿De qué nos defendió el gordito Luis Carlos Villegas, sacado sin ton ni son de la Andi? ¿Cómo nos protege, ahora, con su catadura de tendero de barrio, el expresidente de Fenalco, Guillermo Botero?
A quien venga a suceder al voraz alcabalero Alberto Carrasquilla se le prohibirá que evite su descarado nepotismo al meter en la nómina estatal a toda la parentela de su esposa, ella incluida. ¡Qué buen cuñado se consiguieron!
Al presidente entrante le estará vedada toda incursión en chambonadas que lo pongan a hacer el ridículo, como estas: 1) Asumir la condición de mensajero o recadero de sus jefes Uribe y Pastrana, en el Palacio de la Zarzuela, al ser recibido por el rey de España. 2) Evitar, en las audiencias, dar muestras gratis de sus peregrinas habilidades como futbolista frustrado o cantante y guitarrista, en su condición de amigo personal de Maluma. 3) Mejorar sus precarios conocimientos en materia de regalos para personajes de la estatura del papa Francisco, a quien le llevó, a Roma, una camiseta amarilla de la Selección Colombia, autografiada por James Rodríguez. ¡Qué presente más estúpido! ¿A dónde iría a parar el trapo una vez salió la comitiva de los predios vaticanos? 4) No admitir que una senadora de su propio partido (María Fernanda Cabal) le imparta órdenes en público para que barra con la cúpula militar, por considerarla “inservible”. (Duque le obedeció tres meses después a la lenguaraz senadora uribista).
Otros contrastes del mandatario cuyo nivel de aceptación ahora está en el bajísimo veinticuatro por ciento: a) Le quedó chueca la terna para el fiscal ad hoc. b) Le colapsó la reforma a la justicia. c) Cantó en una reunión binacional, en Quito, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, a dúo con su par ecuatoriano Lenín Moreno. d) El dilatado paro estudiantil se le salió de las manos.
La apostilla. Con tantas metidas de pata de su hijo, el presidente Duque Márquez, debe estar revolviéndose en su tumba su padre, el exministro y exgobernador antioqueño Iván Duque Escobar, quien como profundo conocedor de la cosa pública, sí sabía por dónde iba el agua al molino.
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