A Aranzazu -apacible población del norte de Caldas- se le atribuye la cuna del ”Gota a gota”, práctica usurera sin control, que en Colombia y otros países ha enriquecido a miles de amigos del dinero fácil.
El extinto José Luis Ospina Giraldo, el más famoso prestamista de la región, llevó en vida, en el siglo pasado, dos remoquetes derivados de su mezquina actividad, que desembocó, con el tiempo, en un monstruo de mil cabezas.
Unos lo llamaban “Luis XV”, porque prestaba dinero al “módico” 15%. Otros lo apodaban “El Docesito”, por la costumbre de fijarle el 12% de interés al debutante cliente de turno.
Nada tuvo que ver el usurero aranzacita con Luis XV, el rey libertino que provocó la revolución francesa, y que en sus 60 años dilapidó las arcas oficiales en enormes derroches y hermosas amantes parisienses.
Ospina, quien prefería las letras de cambio a las veintisiete del abecedario, se dedicó en las décadas del 60 y el 70 al lucrativo negocio del agiotaje en la tierra de los “gota a gota”.
Antes de sumergirse en el mundillo de los avivatos, vivía de una pequeña parcela cafetera en la vereda “La Floresta”, en el occidente del pueblo del exembajador César Montoya Ocampo.
El hombre tiró cuentas tras ver que varios de sus paisanos conseguían plata prestando dinero con el sistema del “paga diario”: vendió la chagrita y se dedicó a aliviarles las necesidades de dinero a maestros, empleados judiciales y funcionarios de la alcaldía de su pueblo.
En una ocasión, un maestro estereotipado y con olor a naftalina le dijo que le prestara una platica hasta el próximo pago. “Luis XV” se la facilitó, pero le advirtió que le tenía que pagar un interés del “docesito”. En efecto, cuando le llegó el sueldo le cubrió el préstamo y le pagó el “dos-cesito”. El agiotista le reviró y le recordó que no era el dos por ciento, sino el 12 por ciento. El hombre casi se va de espaldas. No tuvo más opción que desembolsar el elevado gravamen.
En una ocasión, “Luis XV” cumplió años, y sus clientes le organizaron, en plan de broma, un agasajo con invitaciones impresas en el dorso de unas letras de cambio, una inédita regla de “cortesía”, que causó la burla de sus coterráneos.
Paradójicamente, “Luis XV” era un personaje notablemente tímido para el gasto. Sus cercanos aseguraban que se gastaba toda su plata en consignaciones. Otros decían que cuando tenía la finca cafetera reemplazó a un vigilante con un perro para no pagar prestaciones sociales. Y que enseñó a ladrar a un jornalero para ahorrarse el salario del vigilante de cuatro patas. Murió a los 86 años, en Envigado, al sur de Medellín, cuando resolvió buscar escenarios más prometedores para su actividad prestamista. No tuvo descendencia. Su viuda heredó todas las ganancias.
La apostilla: Un visitador de gobierno de Caldas, Israel Dussán Morales, vivía colgado en sus pagos al precursor del “Gota a gota”. Un día, desde Aranzazu, le puso este sucinto marconigrama a La Dorada, donde se hallaba en misión oficial: “Gire o ejecuto”. El funcionario guardó silencio durante varias semanas… El cobrador hizo lo mismo. De pronto, Dussán volvió a la carga, vía Telecom, así:
Señor
Luis XV
Aranzazu
Extrañando silencio
Israel Dussán.
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