Que el cantante Maluma con 10 millones de seguidores en Instagram se consolide como el latino más famoso en esa red es un logro -o al menos eso dicen sus promotores-. No discuto la “importancia” de tal hecho. Sin embargo, si consideramos los 13.5 millones de latinos que siguen en twitter a un hombre mayor, devoto de la Virgen, cuyas excentricidades están en sus sencillos zapatos gastados y con mensajes que retoman las enseñanzas de Jesucristo, puede decirse que el papa Francisco no queda nada mal parado en redes sociales.
Además de su cuenta en español, el papa llega a diario en sus otras siete cuentas de Twitter en otros idiomas a hombres y mujeres con mensajes sencillos de lenguaje, pero profundos en contenido. Aunque su predecesor fue quien instauró las redes sociales en El Vaticano jamás tuvo (ni de lejos) el carisma del actual y, consecuentemente, la cantidad de seguidores en redes sociales.
Ese éxito mediático y en las redes va más allá de su encanto bonachón y se entronca en su convicción y vivencia como un verdadero ciudadano responsable del mundo. No podría ser de otro modo para quien asumió a San Francisco como guía de su accionar pontificio y, por tanto, a la naturaleza como prioridad al ser manifestación de la obra divina.
En su encíclica “Laudado Si” o Alabado Seas, el Papa convoca a los humanos sin distingo de credo a proteger la casa común. Y, a través de ella, entrega lecciones muy serias sobre política global en un planeta vapuleado por acciones y omisiones basadas en intereses que privilegian las cifras cuantos más ceros tengan a la derecha.
El emisario de Cristo se refiere a la insignificancia de los resultados en las cumbres mundiales sobre el ambiente, por falta de decisión política que no alcanza “acuerdos ambientales globales realmente significativos”. Increpa a los países que anteponen sus intereses sobre el bien común global e, incluso, alerta sobre la posibilidad de que la estrategia de compraventa de “bonos de carbono”, para quienes reduzcan la emisión de gases contaminantes, se convierta en fuente de especulación. Un mensaje de este talante va muy bien con lo que hasta sus propios copartidarios querrían decir al presidente de los Estados Unidos.
En una lección de Teoría Política, el pontífice se refiere a la convivencia de esquemas políticos tradicionales con aquellos derivados de la transnacionalización de las dimensiones económica y financiera de los Estados nación y que conllevan al debilitamiento de la dimensión política. Por ello, urge “la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar”. Este mensaje no le sobra a una Unión Europea que aún batalla por llegar a acuerdos entre sus integrantes, que respondan con justicia a la dignidad de los Estados y de sus habitantes en momentos críticos, como este, en los que se desdibujan las fronteras.
Al hablar sobre el inmediatismo político, que responde a intereses electorales, la encíclica da cuenta de la miopía en la construcción de poder y la falta de entendimiento de que “el tiempo es superior al espacio”, por lo que siempre… “será más útil generar procesos, más que dominar espacios de poder”. Los problemas derivados del populismo electorero en Venezuela, Brasil, Argentina y Colombia no han sido pocos, por lo que estas ideas papales servirían en una discusión concienzuda.
Es evidente que estas reflexiones remiten directamente al centro de las preocupaciones actuales sobre gobierno, gobernabilidad y gobernanza y poco o nada tienen que ver con textos para rezanderos o desocupados. Por ello, aunque Laudado Si tiene como asunto central el cuidado del ambiente, su aporte está en los retos que enfrentan los Estados en su camino hacia el desarrollo y sus apuestas éticas y políticas para lograrlo.
En tiempos en los que se habla tanto de reconciliación, no debería perderse de vista la urgencia de reconciliarnos no solo con nosotros mismos, entre nosotros, sino con el escenario que hace posible la coexistencia. Esto, para que unidos como especie demos el primer paso en la búsqueda incesante del ser humano: la felicidad y el sentido de su vida.
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