La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (Comisión de la Verdad) fue creada por el acuerdo que puso fin a la guerra entre el Estado colombiano y la, hasta ese entonces, guerrilla de las Farc. Está conformada por once comisionados y su presidente es Francisco de Roux. En 1995 el padre de Roux fundó y luego dirigió, durante años, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Para el sacerdote jesuita resultaba incomprensible que en una región tan rica existiera tanta gente en la pobreza y que la violencia golpeara tan duro a unas comunidades tan vitales. “La paz -decía el padre de Roux- es el resultado del tipo de desarrollo que tenga lugar en una región”. Por ese motivo el programa tomó el nombre de desarrollo y paz. El desarrollo entendido como la ampliación de las opciones de las personas y no como esa empresa fáustica que genera ganancias que no se distribuyen equitativamente y que no compensan los costos ambientales y humanos que las apalancan.
El aporte del programa a la construcción de paz en el Magdalena Medio resultó tan significativo que otras iniciativas similares surgieron en diferentes regiones del país. En la actualidad, hay casi treinta programas regionales de desarrollo y paz agrupados en la Red Nacional de Programas de Desarrollo y Paz Redprodepaz. Esos programas de paz y otras iniciativas similares han construido redes que son indispensables para movilizar voluntades y recursos necesarios para transformar conflictos divisivos en relaciones de cooperación.
Francisco de Roux publicó al inicio de este año el libro “Audacia de la paz imperfecta”. En la introducción manifiesta que su trabajo como constructor de paz, en un país dividido por “dolores profundos y por las interpretaciones excluyentes sobre lo que nos ocurrió en el conflicto”, ha dado lugar a que algunos se refieran a él como “cura comunista, guerrillero, ladrón de tierras y cómplice de los terroristas”. De Roux se ve obligado a recordarle a quienes así pretenden descalificarlo, que jamás ha sido comunista y que no ha militado en partido alguno ni ha avalado el recurso de las armas como un instrumento legítimo para izar la bandera de la justicia social.
Hace un par de semanas un proyecto de ley absurdo, que afortunadamente fue retirado, aducía ese tipo de descalificaciones como justificación para limitar el acceso de la Comisión de la Verdad a los archivos oficiales. Es necesario que la ciudadanía sepa que el mandato de la Comisión de la Verdad no es atacar a nadie. La Comisión no es un dispositivo para la revancha sino para la reconciliación que surge del reconocimiento de nuestras responsabilidades relacionadas tanto con lo que nos ha pasado como con lo que debemos contribuir a transformar. La Comisión de la Verdad, afirma Francisco de Roux, “no puede ser una comisión en contra de individuos ni organizaciones, sean políticos, militares, exguerrilleros, paramilitares o empresarios. Tiene que ser una comisión por las víctimas de todos los lados”.
Quienes como el profesor canadiense Mark Howard Ross han trabajado el tema del papel que desempeña la memoria en la construcción de paz, advierten que hay al menos dos tipos de aproximaciones al pasado: de un lado, aquella que se relaciona con los hechos documentados y sustentados en evidencias difíciles de controvertir. Del otro, el significado subjetivo que las personas directa o indirectamente involucradas en los hechos les atribuyen a estos. La construcción social de la verdad tiene que ver tanto con la difusión de evidencias difícilmente controvertibles, como con un intercambio amplio y deliberativo sobre el pasado y sobre las tareas que es necesario emprender para construir un horizonte de futuro distinto. La Comisión de la Verdad, liderada también por otro de los comisionados, el médico y profesor Saúl Franco Agudelo, convocó a mediados de octubre a grupos de investigación de diferentes universidades del país a un primer encuentro con el fin de organizar el aporte de la academia a ese proceso de construcción social. La función de la verdad no es la de anclarnos al pasado sino librarnos de lo que nos impide mirar con optimismo hacia el futuro.
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