Siguiendo una tradición que empezó en 1990 con el lanzamiento del primer Informe Mundial de Desarrollo Humano, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, presentó hace mes y medio en Estocolmo, el más reciente de los veinticinco informes publicados hasta hoy: “Desarrollo Humano para Todos”. El paradigma de desarrollo humano es una forma diferente de ver el desarrollo. Mientras la visión tradicional -y aún dominante- lo asume como el crecimiento más rápido posible del Producto Nacional Bruto PNB (enfoque centrado en los medios), el desarrollo humano pone el énfasis en los fines, es decir, en las oportunidades reales que tienen las personas de llevar vidas largas, saludables, creativas, libres del miedo y la represión, sin humillaciones y con la opción efectiva de participar en los asuntos que les conciernen.
Los promotores del paradigma de desarrollo humano siempre se han preocupado por dejar muy claro que la diversidad de las opciones humanas no puede ser reducida a un solo indicador. Evidentemente, el PNB por habitante solo da cuenta de la disponibilidad de recursos materiales a nivel agregado en la sociedad. El aumento del ingreso agregado puede ser compatible con la persistencia de severas privaciones a nivel individual para muchas personas. Por su parte, un mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH) puede ignorar no solo severas desigualdades -en términos del propio IDH- entre diferentes grupos sociales, entre hombres y mujeres y entre distintas regiones al interior de un mismo país, sino también ser mudo frente a la falta de libertades políticas o la existencia de dramáticas fallas de reconocimiento y respeto social que afectan a distintos tipos de minorías.
No obstante, una cosa es tener claro que el desarrollo humano no se reduce al IDH y que, además, existe una amplia familia de indicadores de desarrollo humano y, otra muy diferente, no aprovechar la información que brinda una medida que es mucho menos insensible a los aspectos sociales del desarrollo que el mero PNB por habitante. El IDH es un indicador que combina información relacionada con longevidad (expectativa de vida), educación (escolaridad alcanzada y años de instrucción esperados) y nivel de vida (ingreso en dólares de paridad de poder adquisitivo PPA, es decir, corregidos por las diferencias de nivel de precios entre países: un dólar en Aguadas compra más que un dólar en Nueva York).
Los países según su IDH (que asume valores entre cero y uno) están clasificados en cuatro grupos: muy alto (IDH igual o mayor a 0,8), alto (IDH entre 0,7 y 0,799), medio (entre 0,550 y 0,699) y bajo (inferior a 0,550). Colombia pertenece al grupo de países de alto IDH. Sin embargo, no hay que emocionarse demasiado con eso si se considera que ocupa el puesto 95 entre 188 países: prácticamente en la mitad de la tabla. Noruega y la República Centroafricana ocupan el primer y último lugar respectivamente. En América Latina y el Caribe los mejores lugares los ocupan Chile y Argentina, en la categoría de muy alto IDH. Todos los otros países de la región están en las categorías alta y media, con la excepción de Haití que se ubica en la categoría de IDH bajo.
El economista paquistaní Mahbubul Haq, creador de los informes de desarrollo humano, llamaba la atención sobre tres cosas: 1) No existe un vínculo automático entre crecimiento económico y desarrollo humano; 2) Ese vínculo depende de la calidad del crecimiento y de la distribución de sus beneficios entre la población y 3) Ese vínculo debe ser creado deliberadamente por las políticas públicas. En el ordenamiento de países según PNB por habitante, Colombia ocupa el puesto 85. Así que, en la escala del IDH está diez peldaños por debajo de lo que corresponde a su ingreso. Esto evidencia fallas en la calidad y distribución del crecimiento y fallas también en la capacidad de las políticas públicas para transformar ese crecimiento en resultados importantes en términos de desarrollo humano. El informe presenta el IDH ajustado por desigualdad en las tres dimensiones (expectativa de vida, educación e ingreso). Con el IDH ajustado por desigualdad, Colombia cae al puesto 104 en el ordenamiento. La desigualdad nos roba el desarrollo.
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