En Colombia -decía Álvaro Gómez Hurtado- hay más conservatismo que Partido Conservador. Esa hipótesis ha sido comprobada con tal fuerza en los últimos veinte años de la política colombiana que, incluso el propio Gómez estaría sorprendido de ver hasta dónde la situación de los dos elementos de su comparación, partido e ideología, se ubican en lugares extremos. En primer lugar, el Partido Conservador es apenas una etiqueta muy poco popular tanto entre los electores como entre los políticos que antaño se sentían cómodos en las toldas azules. En segundo lugar, las visiones ultraconservadoras que cuestionan la neutralidad del Estado frente a los valores morales de los ciudadanos y que rechazan la legitimidad de las reivindicaciones redistributivas y de las demandas de igualdad y reconocimiento de grupos marginados o menospreciados, ocupan un amplio espacio en la cultura política, a la que han impregnado su beligerancia.
Algo similar ocurre con el liberalismo. El Partido Liberal es poca cosa comparado con la adhesión de una parte importante de la ciudadanía y de los líderes sociales, políticos, intelectuales y empresariales a los ideales de libertad y autonomía individuales, al Estado de Derecho (y no al “Estado de Opinión”), al libre mercado en un contexto de apropiada regulación de sus fallas y prevención de los monopolios y de los abusos de posición dominante, a la necesidad de poner obstáculos a las correas de transmisión entre poder económico y poder político, a la convicción sobre la urgencia de una agenda redistributiva que aumente la eficiencia castigando las conductas rentistas, a la vez que reduce las enormes brechas sociales y regionales que hay en Colombia y, finalmente, la adhesión al cumplimiento de los acuerdos incluyendo, por supuesto, el acuerdo de paz que se firmó con las Farc.
Existe claro está, otro espacio en la cultura política doméstica que está ocupado por aquellos que participan de una visión conspirativa del mundo y atribuyen todos los males a una manguala imperialista o neoliberal. Aunque quizá no son tantos, quienes habitan ese espacio han ejercido una poderosa y nociva influencia en la política nacional mediante discursos que justifican la violencia. Comparten con quienes habitan en el espacio ultraconservador, un desprecio similar por el pluralismo político y las reglas de juego de la democracia.
Por supuesto esos “tres espacios” políticos son, para usar el concepto de Max Weber, tipos ideales. La realidad política es más compleja, así que podemos encontrar gentes de derecha que comulgan con valores básicos de la democracia liberal y rechazan la hostilidad de los ultraconservadores hacia el pluralismo y la objetividad. También podemos encontrar muchos liberales en la izquierda. En mi opinión, Carlos Gaviria Díaz era un buen ejemplo de ellos.
En estas primeras de cambio de la contienda electoral de 2018 hay candidatos que habitan en todos los espacios de la cultura política colombiana. Sin embargo, vale la pena destacar a un candidato cuyo discurso corresponde con toda claridad a la perspectiva del liberalismo social en la línea de pensadores como el filósofo norteamericano John Rawls o el economista indio Amartya Sen. Es un candidato que llegó a esta campaña presidencial con un mensaje de reconciliación y no-violencia y que no insulta a sus contradictores. Un candidato preocupado tanto por el lenguaje pendenciero de las Farc como por la necesidad de cumplir lo acordado con ellos. Un candidato que dice sin ambages que el principal problema de Colombia es la inequidad y que debemos dejar de contar más muertos para contar menos pobres.
Este candidato liberal jugó un papel crucial en las deliberaciones que condujeron a la promulgación de la Constitución de 1991. Un candidato que está dispuesto a ceder en sus aspiraciones si ello se requiere para forjar una coalición que represente en la primera vuelta, a ese espacio liberal comprometido con la transición hacia la paz. Ese candidato, en un gesto muy inusual en la política colombiana, renunció a la Vicepresidencia de la República para no cohonestar con el gobierno del proceso ocho mil. Este caldense es, con independencia de lo que ocurra próximamente al interior de su partido, el mejor candidato del espacio político liberal. Parafraseando a Gómez Hurtado, en Colombia hay mucho más liberalismo que partido.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015