Hace un par de semanas Televisa anunció que dejará de operar en Colombia. Eso significa el cierre de una docena de revistas -Caras, National Geographic, TV y Novelas-, y el despido de más de cien personas entre periodistas, fotógrafos, diseñadores y demás. Casi al mismo tiempo, Semana informó que venderá el 50% de sus acciones al grupo Gillinski para tratar de evitar el ahogo financiero, y el gigante digital Buzzfeed que cerrará sus oficinas en México y España, dejando a más de 200 personas sin empleo. Queda claro que, al menos por ahora, no se ha encontrado una manera de evitar la crisis.
Pero si en los medios escritos llueve, en los demás tampoco escampa. Son tiempos difíciles para el periodismo, y no solo en Colombia; de hecho, aquí apenas estamos empezando a percibir los coletazos de esa guerra frontal que Trump les declaró en Estados Unidos, llamándolos “fake media” y atacando, desde el Estado, a los periódicos y cadenas que se atreven a criticarlo. Algo de eso vivimos aquí hace poco con el episodio de Juan Pablo Bieri, el gerente de RTVC que salió de su puesto por intentar censurar a un medio público y a varios de sus periodistas, tratando de evitar que se hablara mal del gobierno (como si los periodistas fuéramos los lambones del poder: nada más lejos). Y algo de eso vemos, también, con personajes nefastos como un conocido maltratador de mujeres que funge de periodista en un dizque “medio” de derecha atiborrado de noticias falsas. Como escribió hace poco Alan Rusbridger, exeditor del diario The Guardian: “Por primera vez en la historia moderna, estamos mirando cómo podrán existir las sociedades sin noticias confiables”.
Abundan, pues, las nubes negras para el periodismo actual: no solo existen cada vez menos medios tradicionales donde practicarlo, sino que la crisis de credibilidad en la que están sumidos los pocos que quedan, los hace ser cada vez más débiles (y aquí hay que admitir que muchas veces la culpa la tienen los propios medios, que responden a grandes intereses económicos y políticos). La gente lo nota y la gente no es boba; por eso, quizás, las redes sociales se han convertido en contrapeso de los medios tradicionales, con todo lo que eso conlleva.
Así las cosas, habrá que volver a preguntarnos sobre lo que está mal y para ello deberíamos empezar desde la propia academia. ¿Cómo está preparando la universidad a los futuros periodistas? Fui profesor durante varios años y constaté que casi siempre, pasada la euforia de los primeros semestres, gran cantidad de alumnos se sentían decepcionados de la carrera, antes incluso de terminarla. ¿Vale la pena pagar esas matrículas millonarias por un oficio que parece ir en decadencia? ¿Cómo los están preparando para enfrentar un futuro completamente incierto, cuando ni siquiera es claro cómo se ejercerá la profesión?
¿Cuál es el futuro del periodismo? No está claro todavía, pero es evidente que el modelo, tal y como lo conocemos, tendrá que cambiar. La quiebra de Buzzfeed ha puesto patas arriba el modelo digital que muchos medios estaban siguiendo aquí para tratar de encontrar un modo alternativo de financiación y superar así la crisis del papel. Ante este panorama, queda por ahora apenas un consuelo: que el periodismo, el buen periodismo, trascenderá a los medios tradicionales. Y eso es algo imprescindible para cualquier democracia que se precie de serlo.
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