Mario César Otálvaro

LA PATRIA | MANIZALES

7 años después de su última final, el Once Caldas jugará el miércoles el primer partido por el título de la Copa Águila, que reunió equipos de la A y de la B en la misma competencia.

Ingresó en la tercera fase eliminando al Barranquilla, y a partir de ahí enfrentó a Medellín, Santa fe y Millonarios sin conocer derrota, hasta ponerse de cara con Nacional.

Fuerzas parejas si se quiere, así individualmente ellos tengan más, por el contenido, las formas y el estado de gracia que vive el Once Caldas, no propiamente su rival.

Es fútbol y cualquier cosa puede pasar, con un curso a la medida del técnico Bodhert y atletas que se la creen, como en aquella añorada época de la Libertadores.

Lindo duelo, y una fiesta que se extrañaba, matizada por un ambiente único, y algún favoritismo que en otras circunstancias estaría de la orilla contraria.

Sin demeritar el peso y la influencia del cuadro más ganador de la historia en el fútbol colombiano, el desequilibrio puede estar en el trabajo de conjunto y la paz interior.

Nacional es hoy un mar de incertidumbre, sin identidad, armado con jugadores de características similares, fútbol por las bandas, baja definición, y sin un armador.

Que no quiere decir que sea fácil, se enchufa y hace valer su categoría, pero la contraparte que es el Once Caldas tiene un sello particular de coherencia, ritmo y solidez.

Un equipo que con su plantel principal no pierde, que se para igual en casa que afuera, con un tridente lleno de arte en el medio, seguridad atrás, y un punta clave como Lemos.

Que desbordó todos sus objetivos de temporada estableciendo metas precisas, una de ellas este trofeo que disputó hace 10 años y que aún falta en su vitrina.

Lo de Arias, Rodríguez y Nieto es espectacular, la cancha, el oficio, la distribución de cargas, la compenetración, son valores fundamentales para entender sus razones de éxito.

Con zagueros experimentados, un arquero cuajado, y un ataque quizá corto en el que un putumayense se perfila como joya de la corona a sus 22 años por capacidad y talento.

Momento especial, único, propiciado por un hombre que cercenó sus ambiciones por las de la institución, y que puede reclamar como suya la obra construida.

Su buen ojo -7 de los refuerzos para este campeonato son las estrellas- su voz de mando, autoridad, ascendencia y liderazgo, lo encumbran como el gran estratega.

Hasta su propia figura enaltece este capítulo del Once Caldas, esa sonrisa blanca sobre su tez morena resalta frente a un público que lo admira, lo quiere, y respeta sus decisiones.

Otro más en una plaza que vio emerger a Pacho Maturana, Diego Umaña, Javier Álvarez, Carlos y Orlando Restrepo, Luis Fernando Montoya y Juan Carlos Osorio.

Parece una sentencia, técnicos que encontraron aquí su nicho, que proyectaron sus carreras y renovaron un mercado afectado hoy por variables foráneas de discutidas escuelas.

Sintonía total para intentar una Copa que merced al cupo que otorga a la Libertadores tomó una nueva dimensión, poniendo a Manizales en el eje de las coordenadas futboleras.

Mención aparte para dueños, dirigentes, afición y prensa, porque como en el pasado, las fuerzas tienden hacia un mismo lado, con vientos de renovación y victoria.

Técnicamente quizá el actual no sea el mejor grupo que haya representado a Manizales, pero por corazón, agallas y amor por la camiseta tiene puesto ganado en el corazón del hincha.

Falta poco, 180 minutos para escribir una página impensada al comienzo cuando los afanes eran otros, con la ventaja de que también la Liga está al alcance. Y por fútbol, sueño realizable.

Hasta la próxima…

Twitter: @macotal

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